Noé
Noé 11
6 ̶ Y DIJO EL ETERNO: “HE AQUÍ, SON UN SOLO PUEBLO Y TIENEN TODOS ELLOS UNA MISMA LENGUA; Y ESTE ES EL COMIENZO DE SU OBRA; Y AHORA NADA LES SERA ESTORBADO DE CUANTO INTENTEN HACER.
7 ̶ VAMOS,
DESCENDAMOS, Y CONFUNDAMOS ALLI SU LENGUA, DE MANERA QUE NADIE ENTIENDA EL
HABLA DE SU COMPAÑERO.
8 ̶ Y ASI EL
ETERNO LOS DISPERSO DE ALLI SOBRE LA FAZ DE TODA LA TIERRA; Y CESARON DE
EDIFICAR LA CIUDAD.
8 ̶ Y ASI EL ETERNO LOS DISPERSO: Tres fueron los
castigos que, según la tradición, Dios les infligió a los hombres de Babel. Los
semitas, que deseaban perpetuar el recuerdo de las víctimas del Diluvio
construyendo un memorial, fueron
dispersados sobre toda la faz de la tierra; pues la lección del Diluvio había
de ser enseñada todos los habitantes de la tierra, y no conmemorada por un
monumento de piedra. Los Jamitas, que pretendían luchar contra Dios, fueron
proscritos y “se metamorfosearon en monos y en demonios” (San. 109 a.), que
son los símbolos vivos de su degeneración y decadencia. En cuanto a los
Yafetidas, cuyo propósito era edificar un Templo gigante para sus ídolos, se
vieron privados del idioma común que era principal instrumento de su poder
colectivo, y tuvieron que renunciar, por tanto, a la ejecución de su funesto
designio.
…SOBRE TODA LA FAZ DE LA TIERRA. No debemos perder de vista
el hecho de que la dispersión de los hombres sobre la superficie de nuestro
planeta formaba parte ya, desde los orígenes, del plan Divino. Enseguida
después del Diluvio, Dios bendijo a la Humanidad con las siguientes palabras:
“Multiplicaós y llenad de la tierra” (XY,1). Refiriéndose a una frase del
profeta Isaías, Rashí nos recuerda la tradición según la cual un tercio del
mundo está poblado por los hombres, otro tercio está cubierto de desiertos y el
tercio restante por océanos y ríos (IS. XI, 12). En esta perspectiva, la
relación de causa a efecto que suele establecerse entre la Torre de Babel y la
dispersión de la Humanidad puede, desde luego, cuestionarse; como lo sugiere
Ch. Benattar en su comentario.
9 ̶ POR ESO SE LA LLAMO BABEL,
PORQUE ALLI CONFUNDIO EL ETERNO LA LENGUA DE TODA LA TIERRA; Y DE ALLI LOS
DISPERSO EL ETERNO SOBRE LA FAZ DE TODA LA TIERRA.
9 ̶ … ALLI CONFUNDIO EL ETERNO LA LENGUA DE
TODA LA TIERRA: Tenemos aquí, una vez más, la aplicación del principio (medida por
medida). En efecto, el deseo de conseguir la hegemonía del universo con miras a
la rebelión contra Dios, es castigado por la confusión de las lenguas cosa que
conduce inevitablemente a la dispersión general. Este castigo contiene además
la siguiente lección: El objetivo que debe fijarse cualquier sociedad humana no
es la uniformidad a ultranza de los órganos que la componen sino más bien la
unión armoniosa de sus múltiples elementos, unión a la que cada uno participa
según la vocación que le es propia.
La tradición judía considera que el hebreo es la lengua original de la que
se han derivado las otras lenguas, desde la época de la Torre de Babel. La idea
de que todas las lenguas tienen un origen común ha sido sugerida varias veces;
pero aún no ha sido admitida universalmente.
Existen similitudes evidentes entre los idiomas de los Jamitas y los de los
Semitas. También es posible establecer cierta identidad de origen entre las
lenguas semíticas y las lenguas indoeuropeas, a pesar de las complejas
dificultades que plantea la cuestión. La base de estos estudios comparativos
está constituida por determinadas similitudes en el vocabulario. En efecto se
ha observado que existen un estrecho parentesco entre todas aquellas lenguas en
los referente a las palabras que designan los elementos pertenecientes a los
siete grupos siguientes (estas palabras estaban ya en uso en las etapas más
primitivas de la civilización): planeta y astros; minerales; plantas; animales;
seres humanos, edad, sexo parte del cuerpo, familia y parentescos; espacio y
tiempo; números y medidas; orificios o actividades primarias; guerra y armas.
Comparado con las otras lenguas, el hebreo es la que mejor corresponde a la
descripción Tanájica: “pocas palabras”. Sus palabras se componen
generalmente de dos letras que contienen el sentido fundamental, y éste puede
revestir numerosos matices de pensamiento gracias a una tercera letra
adicional. Como es lógico una lengua equipada con semejante estructura necesita
pocas palabras para funcionar. El ejemplo que se suele dar es el de las letras
ח y ה que pueden combinarse con casi todas las letras del alfabeto,
formando así un número considerable de palabras. Estas letras pueden tomar
sesenta y cinco significados distintos, gracias al citado mecanismo de
mutación. La aptitud a efectuar las mutaciones apropiadas estribaba en una
uniformidad de pensamiento altamente desarrollada, y también en un conocimiento
muy claro del significado de inicial de cada letra. Fue precisamente esta
aptitud la que desapareció en la época babilónica, provocando así la aparición
de una multitud de idiomas derivados todos directa o indirectamente del hebreo.
Esta lengua fue la única que conservó su pureza inicial, pureza caracterizada
tanto por su sencillez como por su estructura tan sumamente intelectual.
Pero además de poseer ciertas particularidades filológicas, la “lengua
sagrada” se distingue por su aptitud a expresar la verdad objetiva, como lo
subraya S. R. Hirsch varios lugares de sus obras. En efecto las palabras
hebráicas que designan personas y objetos no expresan, como en los demás
lenguas, una relación subjetiva ̶ la de los hombres con
los elementos que le rodean ̶ basada en las percepciones
de los sentidos humanos; sino más bien un concepto objetivo independiente de
cualquier contingencia personal. Esta característica le confiere el idioma
hebraico un valor aun más absoluto en comparación con las demás lenguas cuyo
enfoque de la realidad es esencialmente relativista.
Imaginemos una lengua en la que todas las expresiones designan
estrictamente la realidad de los objetos en lugar de referirse a la percepción
subjetiva que tenemos de ellos; una lengua en la que los términos empleados en
el vocabulario del derecho, de la moral, de la física de la metafísica no tiene
más propósito que el de contestar a la pregunta de cuáles son sus elementos y
qué es lo que deben representar para nosotros. Semejante lenguaje crearía una
doctrina uniforme del mundo y de la existencia; abarcaría toda la sabiduría
universal y su disolución tendría tremendas consecuencias. Para imaginar lo que
era la lengua de los orígenes, tratemos, por ejemplo, de eliminar el verbo
“tener” de nuestra conversación diaria. La lengua hebráica no posee esta
palabra. El verbo “tener” implica un acto de posesión concreto. Se
deriva de “habere” (tener), y de “avere” (desear ardientemente). La idea es
que, tras desear determinado objeto, lo poseemos, y, entonces, lo “tenemos”.
Supongamos por un momento que esta palabra no existe y que el hombre sólo puede
considerar como suyo lo que ha cabido en suerte; en hebreo “lo” .Estamos
en la situación en qué la noción de propiedad en sí “mía” o “tuya” no existe;
sólo puede concebirse en el marco de una relación entre el objeto y el sujeto.
Si introducimos ahora el verbo “tener” en este sistema, provocaremos un una
auténtica revolución. Transformaremos un término jurídico en una noción que
corresponde al derecho del más fuerte (Hirsch desarrolla el mismo razonamiento
a partir de otras palabras hebráicas relacionadas con la justicia, la virtud,
la religión, la vida, el pueblo, los padres, etc…)
A raíz del cambio que intervino en la época de la “generación de la
dispersión”, la concepción subjetivista, impregnada de arbitrariedad,
prevaleció sobre el principio de objetividad. La política colectivista que
había originado la construcción de la Torre y que había fracasado tan
rotundamente, suscitó, por reacción, la aparición de doctrinas individualistas,
reacias a aceptar cualquier autoridad, incluida la del ser Divino. Esta nueva
corriente desembocó en el desarrollo de una civilización egocéntrica.
Pero, en las manos del Eterno, semejantes excesos se convierten en
instrumentos de educación y de salvación de la Humanidad.
10 ̶ ESTAS SON LAS
GENERACIONES DE SHEM: SHEM ERA DE EDAD DE CIEN AÑOS, CUANDO ENGENDRO A
ARPAJSHAD, DOS AÑOS DESPUES DEL DILUVIO.
10 ̶ ESTAS SON LAS GENERACIONES DE SHEM: No cabe duda
que, para la Torah, las genealogías del principio de la Historia revisten un
interés considerable. Por supuesto, el propósito de la Torah es informarnos
acerca de la evolución de los acontecimientos históricos que explican el actual
reparto de las familias de naciones sobre la faz de la tierra. Pero también
persigue otro objetivo: Si insiste particularmente en la genealogía semítica es
para mostrarnos que los Patriarcas fueron hombres corrientes, nacidos de padres
conocidos y cuyos ascendientes eran igualmente conocidos; que fueron simples
seres humanos sin más mérito que el de aspirar a la verdad y el de buscarla por
iniciativa propia, con su propio esfuerzo moral y espiritual. Podemos observar
además que en la enumeración de los descendientes de Shem, la
palabra “murió”, no figura nunca; al revés de lo que sucedió en las listas
de generaciones anteriores. Esto se debe comenta Bahiá, a que el linaje
semítico es el linaje del futuro Mesías, el redentor de la Humanidad. Por lo
tanto, es inmortal como la propia idea mesiánica, pues David, rey de Israel,
sigue viviendo entre nosotros.
ENGENDRO A ARPAJSHAD: Este hijo de Shem, el tercero, nació dos años
después del Diluvio. (2102 – 1664). Los documentos hurritas
encontrados en Nuzi (que se remontan al siglo 15 antes de J. C.) atestiguan que
cerca de Ninive existía una comarca llamada Arrapka, nombre que corresponde con
toda probabilidad al Arpajshad bíblico. Pero el más célebre de los
descendientes de Shem fue Eber. (2037 – 1573). Mantuvo relaciones estrechas con
su antepasado y se convirtió en el depositario de las antiguas tradiciones.
Vivió hasta la época de Jacob, ya que este adquirió el patrimonio espiritual de
su tiempo en “las tiendas de Shem y de Eber” (Rashí, Gen. XXV, 27). La palabra
“hebreo” se deriva probablemente de este nombre, como lo indica Ibn Ezrá. (Gen.
X, 21).
Según la Biblia ̶ cuyo testimonio está
confirmado por antiguas estelas ̶ los Hebreos fueron
originalmente un pueblo de nómadas que ocupó las estepas de Mesopotamia durante
un período comprendido entre el final del tercer milenio y el principio del
segundo milenio antes de la era común. Si comparamos los nombres de los
Patriarcas con los de ciertas localidades, comprobaremos que procedían de una
región situada en los valles del Eufrates y en sus alrededores, particularmente
en el Kabir, al oeste y al noroeste de Mesopotamia, comarca en la que
constituían uno de los elementos dominantes de la población. Tenemos pues la
confirmación de las siguientes palabras de Josué: “Tus antepasados vivían a
orillas del río (Eufrates) desde siempre” (XXIV, 2).
En la próxima parte estudiaremos la parte final de la Parashat de Noaj:
Rab. Eli Munk
En la próxima parte estudiaremos la parte final de la Parashat de Noaj:
11 – Y VIVIO SHEM, DESPUES DE HABER ENGENDRADO A
ARPAJSHAD, QUINIENTOS AÑOS, Y ENGENDRO...
Fragmentos tomados de la Parashat Noaj Comentada por el
Rab. Eli Munk
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