Introducción al Noajismo
Introducción al Noajismo
Introducción al Noajismo
Los Siete Mandamientos de los Hijos de Noaj ha estado con la humanidad
desde el tiempo en que fue creado Adám, el primer hombre. Aun cuando
el hombre es corona de la creación, fue la última de las creaciones; porque así
Dios sentaba una lección eterna con un simbolismo respecto al papel del ser
humano en el mundo. Cuando el hombre está cumpliendo con la voluntad de Dios,
se ubica por encima de todo lo que fue creado antes que él. Pero cuando es
desobediente, es la última y más baja de todas las criaturas, incluso inferior
al mosquito que pasa improductivamente su vida entera, símbolo del peor
egoísmo. Pero aun el más pequeño de los mosquitos cumple con el deseo de Dios.
Sólo el hombre tiene la opción de trasgredir (o no). (Talmud de Babilonia,
Sanedrín 38a).
Aún en su sencillez, el
versículo, “Y el Señor Dios ordenó a Adám, diciendo: De todo árbol del jardín
ciertamente podrás comer. Pero del árbol del conocimiento del bien y del mal,
tu no deberás comer, porque el día en que comas de él ciertamente morirás” (Gén.2:16,17),
constituye la fuente de los Siete Mandamientos Noájidas. (Talmud de Babilonia Sanedrín
58b).
Y,de hecho, Adám recibió de Dios la responsabilidad de enseñar. El verso establece que Dios ordenó a Adám “diciendo”. A pesar de que la palabra “diciendo” se podría considerar superflua, es un principio de la Torá que “no hay palabras superfluas” porque cada punto y cada coma vienen a enseñarnos algo. En este caso, la palabra “diciendo” indica que Dios no sólo que dio el mandato a Adám, sino que El buscaba que Adám a su vez lo transmitiera. Es un principio del análisis Bíblico que cuando un verso establece, “Y el Señor Dios habló a Moisés, diciendo”, significa que Dios enseño algo a Moisés y que esperaba que ´este a su vez lo enseñara al pueblo Judío o, como en el caso de los Siete Mandamientos de los Hijos de Noaj, a toda la humanidad.
Y,de hecho, Adám recibió de Dios la responsabilidad de enseñar. El verso establece que Dios ordenó a Adám “diciendo”. A pesar de que la palabra “diciendo” se podría considerar superflua, es un principio de la Torá que “no hay palabras superfluas” porque cada punto y cada coma vienen a enseñarnos algo. En este caso, la palabra “diciendo” indica que Dios no sólo que dio el mandato a Adám, sino que El buscaba que Adám a su vez lo transmitiera. Es un principio del análisis Bíblico que cuando un verso establece, “Y el Señor Dios habló a Moisés, diciendo”, significa que Dios enseño algo a Moisés y que esperaba que ´este a su vez lo enseñara al pueblo Judío o, como en el caso de los Siete Mandamientos de los Hijos de Noaj, a toda la humanidad.
Y de esta manera, Adám enseño
a sus hijos las Siete Leyes Universales: no venerar a ídolos, no maldecir a
Dios, no asesinar, no robar, no involucrarse en inmoralidad sexual, no comer el
miembro de un animal vivo y establecer cortes de justicia que fortalezcan estas
leyes. Así progresó la humanidad. La prueba clara de que los descendientes de
Noáj conocían estas leyes y de que (por encargo del Juez Divino) debían
obedecerlas se dio 1656 años después, cuando El (mediante el Diluvio Universal)
castigó a la humanidad por no haber guardado estos mandamientos: “Dios miró la
tierra, y he aquí que estaba corrompida, porque toda carne había corrompido su
camino sobre la tierra” (Gén. 6:12).
El clásico comentario Bíblico de Rashí enseña que la corrupción era inmoralidad
sexual y practicas idolátricas. El siguiente versículo dice: “Y Dios le dijo a Noáj,
el fin de toda carne a venido delante de mí, porque la tierra está llena de
maldad” (Gén.6:13). Rashí comenta que la frase “la tierra está llena de
maldad” se refiere al robo. Así, debido a inmoralidad sexual, idolatría y robo
(tres de los siete mandamientos que se suponía Adám debía enseñarles a sus
hijos y que la humanidad debía por tanto observar), el Creador de todo destruyó
todo, excepto por un remanente que incluía a Noáj, su esposa, sus tres hijos y
sus tres nueras. Para cuando las aguas del diluvio se asentaron, la tierra ya
estaba purificada y la humanidad no tenía que regresar a los tiempos de Adám
para encontrar al padre de la humanidad. Ahora la humanidad tenía un nuevo
padre, Noáj. Y, a diferencia de Adám quien había fallado al no cumplir a
cabalidad con los mandamientos de Dios, Noaj era “un hombre recto, justo en su generación,
y Noáj caminó con Dios” (Gén. 6:9).
Fragmentos tomados del libro: El Camino del Gentil Justo de Chaim Clorfene & Yakov Rogalsky
Fragmentos tomados del libro: El Camino del Gentil Justo de Chaim Clorfene & Yakov Rogalsky
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