Monoteísmo
Monoteísmo 3
El verdadero monoteísta siente que todo, incluso aquello que parece tener la naturaleza dual, al final está unificado en Hashem. Los números reflejan más que cualquier otro fenómeno la diversificación de la realidad, ya que al fin de cuentas, 2 es definitivamente más múltiple que 1, 3 más aun que 2, etc. Entonces, surge la cuestión de si el monoteísmo trata a los números de alguna manera especial.
La Torah ordena al pueblo judío relatar la historia del Éxodo de Egipto en la primera noche de Pesaj (Éxodo 13:8). En la conclusión de la tradicional recapitulación de la salida de la esclavitud, es una costumbre recitar o cantar el poema titulado “¿Quién sabe ´uno´?” el poema elabora una serie de preguntas y respuestas respecto al simbolismo de cada uno de los números desde el uno hasta el trece. La primera pregunta es:
¿Quién sabe -uno-,
significando quién sabe qué simboliza el uno. La respuesta es:
¡Yo sé -uno-,
-Uno-es nuestro Elokim en los cielos y en la tierra!
afirmación que sirve a partir de aquí como estribillo para todas las otras estrofas del poema.
¿Quién sabe -dos-?
¡Yo se -dos-, -Dos son las Tablas del Pacto.
y así hasta la última estrofa:
¿Quién sabe -trece-? ¡Yo sé -trece-, Trece son los Atributos de Misericordia. Doce son las Tribus de Israel. Once son las estrellas (del sueño de Yosef)”.
Diez son los Diez Mandamientos. Nueve son los meses de la preñez. Ocho son los días de la circuncisión. Siete son los días de la semana. Seis son los órdenes de la Mishná.
Cinco son los libros de la Torah. Cuatro son las Matriarcas. Tres son los Patriarcas. Dos son las tablas del Pacto.
Uno es nuestro Elokim en los cielos y en la tierra.
Todos los números, no sólo del 1 al 13, poseen un significado espiritual intrínseco, una parte de la conciencia colectiva del pueblo judío y de todos los pueblos cuyas almas y mentes están conectadas con la Torah. Cada número revela un “conjunto” particular de manifestaciones Divinas de la Torah, incluyendo aquéllas que aparecen a primera vista como fenómenos mundanos naturales, tales como los nueve meses de embarazo.
Pero, lo más importante para el monoteísta, es que después de cada respuesta a cada número “retornamos” a través de todos los números anteriores hasta que llegamos al uno: “Uno es nuestro Elokim en los Cielos y en la Tierra”. Todo regresa al Uno, porque el Creador Único es el origen de toda pluralidad en nuestro mundo.
Trascendencia vs Inmanencia
Nuestro primer ejemplo es la manifestación dual de Hashem como trascendente e inmanente a la vez. Por virtud de esta particular manifestación, podemos referirnos al Creador como estando, al mismo tiempo, más allá de este mundo y de la realidad mundana de nuestras vidas (Su trascendencia; este es el secreto de Hashem, que conoce todo pero no interfiere con nuestro libre albedrío. La inmanencia de Hashem es Su Providencia sobre todo.) y, paradójicamente, también dentro de nuestro mundo y de cada faceta y experiencia de nuestras vidas personales (Su inmanencia).
Digamos unas pocas palabras acerca del significado más profundo de esta ambivalencia. En Cabalá, estas dos cualidades de Hashem son llamadas “la luz que abarca o rodea los mundos” y “la luz que llena los mundos”, respectivamente. También corresponden a la revelación de la luz infinita del Creador antes del tzimtzum inicial y de la luz del kav, como ya se explicó.
En hebreo, el valor numérico de la palabra “rodea” -sevev- es 70, igual que la palabra “secreto” -sod-. El de la palabra “llena” -memalé- es 111, el mismo que el de “maravilla” -pele-. Esto alude al hecho de que la naturaleza trascendente de Hashem es el secreto que “rodea” pero no concientemente cada punto de la realidad; mientras que Su inmanencia, Su presencia revelada dentro de cada uno y uno de nosotros, es lo maravilloso de la realidad.
La suma de los valores numéricos de estas dos frases juntas -sovev col almín- y -memalé col almín- “rodea todos los mundos” y “abarca todos los mundos” es 618, sorprendentemente la suma de las palabras -shamaim- y -aretz-, “cielo” y “tierra”. Esto nos enseña que nuestra experiencia de la trascendencia de hashem es similar a la de los cielos por encima y rodeándonos, y la de Su inmanencia es como sentir la tierra sobre la cual caminamos, el basamento (o el principio) de nuestras vidas concientes.
Entonces podemos concluir que ya el primer verso de la Torah, “en el principio creó Elokim los cielos y la tierra”, alude a la manifestación dual fundamental de Hashem, el Creador, en nuestras vidas, Su manifestación “rodeando los mundos”, “los cielos”, y su manifestación “perneando y llenando los mundos”, “la tierra”. Por cierto, la primera letra de la Torah es una bet ב cuyo valor numérico es 2, aludiendo a las dualidades inherentes al mundo natural, comenzando con la más básica de los cielos y la tierra, que provienen de la manifestación dual del Creador, trascendente e inmanente.
Fragmentos tomados de:
Cabála y Meditación para las Naciones por el Rab. Itzjak Ginsburgh
Estudios Noajidas Venezuela Siete Leyes de los hijos de Noé Benei Noaj Noajismo 7 Leyes Noajidas Monoteísmo
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