El sentido transcendente de las 7 leyes de Noé Parte 3
Hemos visto que la división principal de tres sefirot intelectuales y siete emocional marcan también la diferencia entre el alma Divina y la animal.
Deseamos ahora tomarnos cierto tiempo para profundizar nuestra comprensión de los números 3 y 7, y aprender qué aspecto del árbol sefirótico representan, con la finalidad de entender mejor el lugar que ocupan los siete mandamientos universales noájicos en relación con el resto de la Toráh. Existe una clara correspondencia mística entre estas siete leyes y otras instancias en las cuales encontramos el 7 en la Cabalá y el Jasidut. Si examinamos detenidamente el cuadro de las sefirot, descubriremos dos divisiones más abstractas del tipo 3-7. Para ilustrar la primera de las relaciones notemos que las sefirot se distribuyen en 7 niveles horizontales, como lo ilustra el siguiente diagrama:
Además de la alineación en tres ejes que mostramos antes, tenemos otra relación 3-7 en el modelo de las sefirot.
En Cabalá está explicado que los tres ejes verticales sirven para crear un balance entre las sefirot: el balance o equilibrio es lo que define en Cabalá un estado de tikún (rectificación, enmienda). (La palabra tikún en hebreo está relacionada con kav, que significa “línea”. El término kav se refiere en Cabalá al rayo de luz Divina que brilla en el vacío primordial creado por el tzimtzum (la desaparición aparente de la luz infinita del Creador, para hacer lugar a la Creación). El kav se manifiesta como los tres ejes, “líneas” del mundo rectificado de Emanación (el mundo del tikún), con su esencia reflejada en la línea central del Árbol de la Vida. Esto insinúa un axioma central de la Cabalá: sólo cuando las sefirot están alineadas a lo largo de tres ejes es posible alcanzar un estado de rectificación. Ver también el libro Las Letras Hebreas, donde el número tres representa las cualidades de estabilidad y rectificación) Los mundos primordiales de tohu (caos) que se destruyeron (en el proceso ya mencionado ordenado Divinamente y conocido como “la ruptura de los recipientes”) eran inestables en esencia, porque sus sefirot no estaban alineadas en tres ejes, impidiendo que exista una interacción entre ellas. Estas interacciones o “unificaciones” (ijudim) como son llamadas en Cabalá, endulzan y rectifican la realidad al revelar el bien Divino inherente a todo lo creado.
Los siete niveles horizontales corresponden a los peldaños energéticos de la escalera de Iaakov, que se elevan desde la tierra hacia el firmamento. De ahí que el número siete esté relacionado con el ascenso y el descenso a través de las diez sefirot, como lo hicieron los ángeles de la escalera del patriarca.
Aunque las sefirot actúan al unísono, están organizadas jerárquicamente, de modo tal que la Corona es superior a Sabiduría y Entendimiento, y así sucesivamente. Cuanto más elevada, más espiritual será su manifestación en la realidad. De esta manera vemos que el número 7 refleja el orden jerárquico de las sefirot.
Comprender la segunda relación 3-7, requiere una introducción previa al concepto de conductos, tzinorot o canales que conectan una sefirá con la otra. En total existen 22 de esos conductos correspondientes a las 22 letras del alfabeto hebreo y están divididos en 3 grupos: de 3, de 7, y de 12 letras (Ver Sefer Ietzirá 2:1), como se describe en el siguiente cuadro:
Se puede ver como tres conductos horizontales que conectan las tres sefirot del eje derecho con las tres del izquierdo y siete verticales que conectan las sefirot que se encuentran en el mismo eje vertical. (también existen otros 12 conductos diagonales que exceden al contexto de esta exposición).
La capacidad de conectar la derecha con la izquierda está comparada en el misticismo judío con el fenómeno de la paradoja, también conocido como la cualidad de “sostener los opuestos (Maimónides, comentario a la Mishná, Introducción al Tratado de Avot, Cáp. 1. Ver también Torá Or 28c), nesiat hafajim. (En jasidut, la habilidad de sostener los opuestos no implica mengua alguna en ningún aspecto de ellos: ambas cualidades contradictorias permanecen en su estado original) En referencia a la naturaleza humana, los tres conductos horizontales son capaces de unir los opuestos del alma, mientras que los siete verticales sólo pueden conectar manifestaciones de la misma naturaleza espiritual esencial del alma. (Siendo éstos el deseo de dar, en el lado derecho, el de recibir en el izquierdo y el indispensable eje central que balancea la dinámica de dar y recibir).
Notemos ahora algo más acerca de estas dos relaciones de 3-7: en la primera, los 3 son verticales y los 7 son horizontales, mientras que en la segunda división es a la inversa.
En ambas, el 3 manifiesta el poder de la rectificación o tikún: (El poder de unir los opuestos está asociado con la rectificación en \ la sección Sifra Detzniuta del Zohar (II, 176b). Allí el Zohar llama a este poder la matkelá (escala) y explica que se origina en la esencia interior de las sefirot que se ubican a lo largo del eje central, y obtienen así el poder de balancear la derecha con la izquierda) en los 3 ejes verticales del Árbol de la Vida en la primera relación; y en el poder de unir los opuestos de la derecha y la izquierda, en la segunda. (El poder inherente a los tres ejes y a los tres conductos horizontales corresponde a las dos etapas finales del proceso de rectificación que enseña el jasidismo, compuesto de tres etapas que son: sumisión, separación y dulcificación (Keter Shem Tov, 28). Los tres ejes corresponden a la etapa de separación, tal como las sefirot están separadas en tres ejes. El poder de afirmar al mismo tiempo cosas opuestas está presente en los tres conductos horizontales correspondiente a la etapa de dulcificación, así como la esencia de una realidad (o facultad del alma) rectificada es que la derecha se una con la izquierda, dulcificando así el carácter áspero, crítico de la izquierda. Para una introducción más profunda de este proceso, ver Transformando la Oscuridad en Luz).
Por su lado, 7 funciones nos permiten ascender y descender por los niveles de energía del Árbol de la Vida (la primera división). Este es un esfuerzo espiritual que refleja la proclividad del alma a aspirar a niveles de conciencia cada vez más elevados, en vez de mantenerse en la introspección y así, internalizar la esencia Divina del nivel en que se encuentra en el presente. El poder de conexión del 7 actúa entre similares (de acuerdo con la segunda división) y no entre opuestos, como ya se señaló.
Ahora, volvamos a comparar las identidades judías y gentiles, esta vez a la luz de los nuevos conceptos que analizamos en los párrafos anteriores. El rol del pueblo judío en el mundo, como hemos apuntado en la introducción, es ser una nación de sacerdotes y una luz para las naciones. (Éxodo 19:6, Ishaiahu 49:6) Esta función está asociada primariamente con el número 3, que se refiere a:
- Las 3 sefirot intelectuales,
- Los 3 ejes del Árbol de la Vida (en equilibrio perfecto) y
- Los 3 canales horizontales que conectan los opuestos de derecha e izquierda.
El rol de los Bnei-Noaj o justos gentiles en el mundo, complementa al de los judíos y se conecta sobre todo con el número 7, especialmente en cuanto a:
- Las 7 sefirot emocionales / conductuales,
- Los 7 niveles de energía que ascienden y descienden, y
- Los 7 canales que conectan las sefirot que se encuentran en el mismo eje.
Por esta razón gran parte de la identidad judía está basado en el número 3, por ejemplo:
-. La bendición sacerdotal está compuesta por 3 bendiciones individuales: “Que Hashem te bendiga y te proteja. Que Hashem haga brillar Su rostro sobre ti y te agracie. Que Hashem vuelva Su rostro hacia ti y te de paz”. (Números 6:22-23).
-. Afirman los sabios: “Bendito Hashem, el Misericordioso que entregó una Toráh triple [los Cinco Libros de Moshé, los Profetas y las Escrituras] a un pueblo triple [Sacerdotes, Levitas e Israelitas] en un mes triple [Siván, el tercer mes] por medio de los tres [Moshé, Aharón y Miriam. (Shabat 88a).
Ahora, aunque el número 3 es innato de la estructura mental del judío derivada del poder intelectual que mana de la Toráh, de todas maneras, está subordinado a su fe absoluta en la Unicidad esencial de Hashem, que lo trasciende. Al acercarse a la Sabiduría de la Toráh que une la mente con Hashem, los elementos Divinos del alma se vuelven absolutamente conscientes del Uno absoluto. Esta es la verdad que debe reflejar quien vive en la plenitud del Pacto; esa es la misión del pueblo judío respecto de todas las naciones. La esencia innata del gentil está basada en el número 7, por ejemplo:
-. Existen 70 (7 x 10) naciones o raíces étnicas nativas cuyos orígenes pueden ser rastreados en los setenta descendientes de Noaj enumerados en la Toráh. (Génesis capítulo 11)
-. Estas 70 naciones o raíces étnicas se relacionan en su núcleo con las 7 naciones cananitas que ocupaban la Tierra de Israel antes de que Hashem la entregue al pueblo judío. (Deuteronomio 7:1)
-.Las naciones se comunican entre ellas utilizando 70 familias diferentes de lenguajes.
El 7 y el 70 tienen también una significación especial en la tradición judía. El 7 denota “cariño”, como dicen nuestros sabios: “todos los séptimos son queridos”. (Midrash Vaikrá Rabá 29:11. Janoj fue la séptima generación de la humanidad desde Adam, mientras que Moshé fue la séptima del pueblo judío desde Abraham. Janoj representa el epítome del justo gentil (un judío potencial) y en Cabalá es visto como un mentor espiritual del propio Moshé) Para un judío, el Shabat, el séptimo día, es cualitativamente diferente de los seis días de la semana. Es un día sagrado de descanso de los quehaceres mundanos, un momento para experimentar la trascendencia de Hashem, Su presencia, sobre todo, a diferencia del no judío, para quien el 7 describe la consumación de la realidad secular. El séptimo día no le es esencialmente diferente de los otros, es un día de trabajo y como tal un tiempo de experimentar la inmanencia Divina, la presencia de Hashem dentro de todo.
Además, 70 es el número de descendientes de Iaakov, los progenitores del pueblo de Israel, tal como está señalado explícitamente en la Toráh. (Génesis 46:27, Éxodo 1:5) Esta fue la base para que Hashem le ordenara a Moshé convocar a setenta ancianos (Números 11:16) al Sanhedrín, la corte suprema de la ley de la Toráh. (Mishná Sanhedrín 1:6)
A un nivel más profundo, los 70 ancianos eran necesarios para dar expresión a las “70 caras de la Toráh”. (Midrash Rabá Bamidbar 13:15. Ver el comentario del Rambán a Números 11:16) Más tarde el Todopoderoso le ordenó a Moshé que al entrar a la Tierra de Israel junte algunas rocas grandes y escriba claramente el texto de toda la Toráh sobre ellas (esta directiva fue luego transmitida a Iehoshúa, quien la llevó a cabo en la práctica). (Deuteronomio 27:8) Los sabios explican que la intención de Hashem fue que la Toráh sea traducida y escrita en las piedras a las 70 lenguas de las naciones del mundo. (Sotá 32a. Los sabios aprenden esto de la palabra “claramente” en el versículo (literalmente “muy bien”. La Cabalá define que cada palabra en hebreo tiene un frente y un “dorso”. El frente es simplemente la palabra como se lee y se refiere a su significado literal, mientras que el otro está definido como la sucesión de las letras que conforman la palabra en aparición progresiva acumulativa, y se trata de su significado indirecto o traducciones a otros lenguajes. En nuestro caso se ajusta perfectamente: el “dorso” de la palabra hebrea “claramente”: (Ver libro, heitev) es, Ver libro, y su valor numérico es 70, aludiendo a los 70 lenguajes a los que la Toráh debía ser traducida. El valor numérico del lado “frontal” es 26, el Nombre esencial de Hashem, Havaiá. Multiplicando el “frente”, 26, por el “dorso”, 70, obtenemos 1820, el número exacto de veces que aparece el Nombre “Havaiá” en los Cinco Libros de Moshé. Entonces, las setenta facetas de la Toráh que se refiere a todas las naciones del mundo son iluminadas por el poder del Nombre esencial del Creador. Como ya se señaló, la realización completa de la visión de la Torá iluminando el mundo entero sólo es posible una vez que el pueblo judío ha entrado a la Tierra de Israel. En los Cinco Libros de Moshé, la palabra “claramente” (Ver libro) aparece 6 veces, la primera de las cuales es en el versículo: “Y Tu has dicho, “Benevolentemente haré el bien contigo” (Génesis 32:13) Ver libro, heitev eitiv imaj, dicho por Iaakov al Todopoderoso refiriéndose a la Tierra de Israel, descripta en la Toráh como “la buena tierra” que Hashem prometió obsequiar a él y a sus descendientes. Las dos palabras “benevolentemente…bien” también aluden a este mismo punto, porque el producto de los valores numéricos de estas dos palabras en hebreo 26 (Ver libro) 32 (Ver libro) = 832, el valor de “Tierra de Israel” (Ver libro)).
Este último ejemplo de la importancia del número 7 en relación al pueblo judío y la Toráh, es la base fundamental de la tarea encargada a este pueblo de instruir a las naciones del mundo en los caminos de Hashem. De este ejemplo temprano que ordena hacer accesible la Toráh completa a cada ser humano sobre la tierra, sin prejuicios ni precondiciones, aprendemos que Hashem desea que todos los pueblos y todos los hombres tengan la oportunidad de adoptar la Torá completa, es decir: de convertirse al judaísmo, y así integrar su chispa Divina por completo.
El 7 del judío refleja unidad, y más significativamente la Unicidad de Hashem; mientras que el 7 del no judío representa pluralidad. Esto es así porque en el alma judía los 7 poderes emocionales y de conducta sirven a la búsqueda espiritual de los 3 poderes intelectuales y les están subordinados. En el resto de las almas, el orden es inverso: los poderes intelectuales sirven a los deseos mundanos de los poderes emocionales, y así se identifican a un nivel básico con la pluralidad de lo material.
De esta manera, para el alma judía el desafío de ascender (y descender) los 7 niveles es algo secundario (Cuando depende del compromiso de vivir una vida de Torá balanceada, el empeño por ascender (y descender) la escalera sefirótica peldaño por peldaño es positivo, reflejando el deseo del alma de unirse concientemente con Hashem. Pero cuando ascender a niveles de conciencia cada vez más altos se convierte en nuestro motivo principal, por sobre el compromiso de cumplir con la voluntad de Hashem tal como está revelada en la Torá, no es otra cosa que un reflejo de nuestro egocentrismo básico. Algo egocéntrico está esencialmente aferrado a la tierra y a pesar de que aparenta que está buscando espiritualidad, verdaderamente es sólo en aras de una gratificarse a sí mismo sobre la Tierra) frente a su empeño de vivir una vida de Toráh balanceada basada en los 3 ejes del Árbol de la Vida que definen el tikún. El eje derecho corresponde al cometido del alma de cumplir los 248 preceptos positivos; el eje izquierdo, al empeño por cumplir los 365 negativos (abstenerse de lo que prohíbe la Toráh); y el eje central, corresponde a la consecución de carácter sagrado para nuestros pensamientos, palabras y acciones, tanto en el contexto de los 613 preceptos o mientras estamos inmersos en nuestros emprendimientos mundanos.
Análogamente, el alma judía prefiere idealmente unir los opuestos, no los similares. (Hay un conocido dicho jasídico que expresa este sentimiento: “no siempre tienes el lujo de viajar sobre un puente de hierro”. A menudo los puentes en la vida son angostos y frágiles, pero de todas maneras, el alma judía comprende que los puentes deben ser construidos y utilizados, incluso si no aparentan ser los ideales) Para el alma no judía, se da el caso contrario.
Volvemos ahora a nuestra observación inicial de que antes de comprometerse con los senderos de la Toráh, las sefirot intelectuales del no judío están subordinadas a las emocionales y de comportamiento. O, en otras palabras, está “comprometida”, ligada íntimamente a lo “mundano”, por su propia naturaleza. Las Siete Leyes de Noaj fueron dadas justamente para corregir este distanciamiento de todo lo Divino y celestial que hay en la naturaleza, y así rectificar la conciencia rumbo a su enmienda, para colaborar en la llegada del Mashíaj y la Redención verdadera y definitiva, que trae como consecuencia la revelación de Hashem en el mundo físico. La persona que se compromete con los mandamientos de los Bnei Noaj experimenta un refinamiento de sus siete poderes emocionales y de comportamiento de su alma. Los aspectos físicos del individuo empiezan a servir a su intelecto, permitiéndole “ver” a través de los tres niveles superiores del alma y vislumbrar al Uno.
Al adoptar las siete leyes de Noaj el individuo alcanza a comprender además, que la rectificación sólo se logra subordinándose a la Toráh y lo que está definido en sus normas y preceptos; esto es opuesto a la noción aceptada generalmente que lo que nos acercará a Hashem es un deseo indomable de ascender espiritualmente.
Así es posible comprender cabalmente que Hashem ha creado un mundo lleno de opuestos, con la finalidad de que sean unificados concientemente por todos los pueblos, revelando así Su Unicidad completa. Cuando tiene lugar este proceso en su interior -lo que ocurre, frecuentemente, de modo repentino- el gentil experimenta una profunda transformación espiritual; màs si de algún modo se resiste o la evita (y su naturaleza le impulsará a hacerlo), será incapaz de aprehender la verdadera Unidad de Hashem y puede caer en la idolatría, que se manifiesta en cultos distorsionados de diverso tipo. El culto de los astros, de la naturaleza, la concepción panteísta, el yoga, el culto al dinero, etc., son sólo algunos de sus ejemplos. Todos ellos son formas de idolatría, desde que toman por objeto de culto a algo distinto de Hashem Uno.
Fragmentos tomados de:
Cabála y Meditación para las Naciones por el Rab. Itzjak Ginsburgh
Estudios Noajidas Venezuela Siete Leyes de los hijos de Noé Benei Noaj Noajismo 7 Leyes Noajidas Monoteísmo Cabalá para los Noajidas
No hay comentarios.