Un sendero espiritual para los hijos de Nóe Parte 8




REINADO: HACER UNA MORADA PARA HASHEM EN LA TIERRA
La humildad es la experiencia interior del Reinado; pero lejos de significar una negación de sí mismo, se refiere a la experiencia que tiene la persona al percibirse existencialmente alejado de Hashem. Es un estado espiritual positivo, producto de comprender que uno ocupa demasiado lugar y deja muy poco para Hashem; que mi propio orgullo y autoconciencia impiden que Hashem se revele en Su mundo.
La Toráh enseña que Hashem prefiere al individuo humilde que se cuestiona y duda siempre acerca de su proximidad a Hashem, a aquél que siente que ya ha logrado traerlo a su mundo. La humildad es entonces la fuente constante de motivación del alma por retornar al Creador, de crecer cerca Suyo y construirle un hogar en la tierra. (Este versículo es entendido por los sabios como una referencia de la Providencia individual de Hashem sobre toda la creación. En Cabalá está explicado que la salvación viene al mundo cuando el animal se conecta con el hombre. Los términos “animal” y “hombre” son relativos. En definitiva, “hombre” se refiere al tzadik, “fundamento de la generación”, cuya conciencia es completa y verdadera. Todas las otras almas, tanto judías como no judías, son distintos niveles de “animal”. Así como el hombre dirige al animal, guiándolo para completar y realizar su potencial interior, el tzadik, el “hombre” de la generación completamente conciente del propósito de Hashem para la creación, da un sentido de dirección en la vida a aquéllos que se conectan con él. Es el gran emisario de Hashem en el mundo, quien puede revelar a cada miembro de la generación la tarea ordenada de los Cielos que tiene que realizar en la vida. Entonces, vemos nuevamente que la sed del alma no judía por la salvación, sólo puede ser saciada apegándose al alma de Israel, en particular al “tzadik, fundamento de la generación”. Este es un verdadero sello visible de Hashem en su obra, hacia quien los ojos de todas las criaturas deben elevarse, para poder atestiguar la Providencia Divina, el ojo de Hashem, sobre todos los senderos de la vida).
Como se explicó en el capítulo anterior, la última de las siete leyes de los Bnei Noaj prescribe el establecimiento de un sistema legal que haga cumplir las otras leyes; esto corresponde a la sefirá de Reinado y a su experiencia interior: la humildad ante el Creador. Entonces, el principio de servicio y meditación Divina para los Bnei Noaj es crear un reino para Hashem en la tierra. Exploremos más extensamente esta correspondencia.
La responsabilidad de establecer un sistema legal recae sobre la comunidad, sobre la sociedad en general más que sobre un individuo en particular. Por supuesto, cada uno de nosotros debemos realizar el mayor esfuerzo, utilizando todos los recursos disponibles en nuestro ámbito de influencia, para asegurar que la comunidad en la que vivimos establezca cortes de justicia.
Los seres humanos somos por naturaleza individuos sociales y políticos. Deberíamos darle prioridad a la rectificación de nuestra sociedad, para que comience a adoptar y garantizar un sistema legal justo. Nuestra sociedad es la extensión de nuestro hogar, un lugar en el que queremos sentirnos confortables. Cuando vivimos de acuerdo con la voluntad de Hashem, que en definitiva es para nuestro bien absoluto, y cuidamos del bienestar de nuestra sociedad estableciendo cortes de justicia, nuestro mundo se convierte en una morada para Hashem, un lugar donde, por así decirlo, Él se pueda sentir a gusto. Un sistema legal agudiza el sentido de responsabilidad que tiene por sus actos cada miembro de la sociedad. Idealmente, la exigencia de justicia social sirve para inspirar a los miembros de la comunidad a que mejoren su accionar y se espera de ellos que se esfuercen por cumplir con el potencial que poseen. Entonces, la responsabilidad social es el comienzo de una conducta conciente de retorno a Hashem, de hacerle un hogar en la tierra. Para poder establecer un sistema legal que asegure la vigencia de las seis leyes restantes, a la vez que instruya a la población en lo concerniente a las normas detalladas y precisas para el cumplimiento de cada ley, los Bnei Noaj deben desear aprender de los sabios de Bnei Israel las complejidades de la Toráh concernientes al establecimiento de un orden en concordancia con un mundo rectificado. 
A este respecto los Bnei Israel y los Bnei Noaj deben tomar los roles masculino y femenino arquetípicos, de dador y receptor, respectivamente. Digamos algunas pocas palabras acerca de la naturaleza de los principios masculino y femenino en la realidad. Todas las etapas del proceso creativo -la evolución de los mundos uno a partir del otro, su interacción y su unificación final- dependen de la dinámica de las energías masculinas y femeninas que se manifiestan dando y recibiendo. Los deseos de dar y recibir son dos fuerzas cósmicas fundamentales. La voluntad de recibir se describe en Cabalá como una proyección convexa, la de dar como un receptáculo cóncavo. (Los términos utilizados en Cabalá y Jasidut para “proyección convexa” y “recipiente convexo” son jotam bolet y jotam shokea, literalmente el “sello que sobresale” y el “sello cavado”. Con estos dos sellos Hashem firma cada aspecto de la creación. En particular, corresponden a las dos sefirot de Fundamento y Reinado, o más exactamente, el Fundamento masculino (simbolizado en el cuerpo por el órgano reproductor masculino, el signo del Pacto) y el Fundamento femenino, el Fundamento del Reinado (simbolizado en el cuerpo por el útero)
La relación de los Bnei Israel (una nación de sacerdotes que propagan la palabra de Hashem) con los Bnei Noaj sigue este modelo. Bnei Israel entregan las enseñanzas de Hashem a los Bnei Noaj, que son los receptores. Comprender que uno es un recipiente vacío esperando recibir el sustento Divino es experimentar la verdadera humildad, que se traduce en el reconocimiento de nuestra total dependencia de la benevolencia de Hashem. Su máximo deseo al crear el mundo es que nuestro mundo físico (el más bajo de todos) se convierta en Su morada, un hogar en el cual Su esencia absoluta pueda ser revelada. En el alma, la experiencia y el estado de humildad crean el receptáculo cóncavo, la morada para el Todopoderoso (La esposa es llamada la morada del hombre (lomá 2a)), y ese vacío seductor del recipiente vacío (el receptor) es el que jala y dirige hacia su interior la proyección del dador. La imagen del recipiente vacío, es decir, el deseo y el ansia de la persona de escuchar las enseñanzas de la Toráh, evocan el origen receptor del sabio de la Toráh, el principio femenino que en Cabalá es descripto como anterior al origen del dador, el principio masculino, (Explica el Jasidut que esta idea está insinuada en el verso: “El Nombre de Hashem es una fuerte torre, dentro de la cual corre el tzadik y es elevado” (Proverbios 18:10). El tzadik que representa la inclinación masculina de dar es incitado a correr, es decir, a extenderse y dar, cuando se encuentra con la “fuerte torre”, un apodo de la sefirá de Reinado, que representa la inclinación femenina hacia la humildad. En otro lado, el Jasidut enseña que Moshé era el más humilde del hombre sobre la faz de la tierra (Números 12:3) incluyendo a los no judíos. Las enseñanzas jasídicas ejemplifican esta humildad, explicando que Moshé creyó honestamente que, si el Todopoderoso hubiera elegido a otro individuo con talentos similares al suyo, esa persona hubiera utilizado esos elementos mucho mejor) que aumenta a su vez su anhelo de dotar el recipiente vacío con todo lo que posee.
Para comprender más plenamente la relación entre el judío y el no judío, una relación capaz de llevar a ambos a vivir recíprocamente la humildad (la experiencia interior del Reinado), notemos primero que el origen del alma del no judío está en el Mundo del Caos (tohu) primordial que precede al mundo de la Rectificación (tikún), en que hallan su origen las almas de los judíos.
En el mundo del Caos las luces eran tremendas (infinitamente más brillantes que las que brillan, inicialmente, en el mundo de la Rectificación) pero los recipientes eran pequeños e inmaduros, incapaces de contener luces tan poderosas. De modo que los recipientes se rompieron y cayeron en la realidad material de los mundos inferiores, donde reina la conciencia propioceptiva, provocando una sensación de distancia y separación de Hashem.
Los recipientes del mundo de la Rectificación, por su lado, están bien desarrollados y son capaces de contener sus luces (aunque muy disminuidas, inicialmente, en relación a las luces del mundo del Caos). Por esta razón la vida humana (que en general está relacionada con el mundo de la Rectificación) se mantiene con el alimento de los reinos animal y vegetal, que contienen las chispas y recipientes caídos del mundo primordial del Caos; y por esta misma razón, un judío se da cuenta que en el no judío existe algo más primordial que en sí mismo.
No obstante, aprendemos en la Cabalá y el jasidismo que la fuente esencial del mundo de la Rectificación precede al mundo del Caos, en la mente de Hashem, porque la rectificación es el estado de la realidad que Hashem deseó inicialmente que se desarrolle la creación; y entonces es correcto que todos los seres humanos mantengan un alto nivel de humildad entre ellos, que debe hacerse conciente en el judío cuando está frente a quien ha elegido convertirse en un justo gentil, un auténtico Ben Noaj. El alma de un Ben Noaj añora ascender desde una perspectiva de la realidad física limitada a una más madura y Divina, para tomar posesión, como si fuera, de la “firma” de Hashem, representada por Israel, “Su hijo primogénito”. (Este fue el talento interior de Rajav de Ierijó —que eventualmente se convirtió y fue desposada por Iehoshúa- cuando pidió un “signo confiable” (Iehoshúa 2:12) a los espías. Ver también Likutei Toráh del Arizal en Iehoshúa 2) El receptor incita el deseo de acudir del dador y cuando se conectan, la Presencia Divina desciende para iluminar la realidad inferior.
En nuestro contexto actual, la Torá limita la asociación dador-receptor del pueblo judío con el mundo gentil, a una relación puramente espiritual e intelectual del tipo “maestro y estudiante”. Para que esta estructura resulte productiva, ambos deben experimentar la humildad (sentir que separados están lejos del Creador) que los motive a establecer esa interacción en aras de construir una morada en la tierra para Hashem.
El jasidismo enseña que una relación maestro-estudiante es similar en muchos aspectos a la de marido y mujer, lo que nos lleva a la conclusión de que la relación rectificada entre el judío y el no judío es una asociación de humildad más o menos como la del matrimonio. (Ver en extenso en El Misterio del Matrimonio, capítulo 7)
La esposa, en su rol de pareja devota, expresa dependencia de su marido, en tanto que el esposo, sintiendo que el origen del alma de su pareja es anterior a la suya, demuestra a su vez depender de su esposa. El “tercer socio” (“Si un hombre y una mujer lo merecen, la Divina Presencia mora entre ellos” (Sota 17a)) de toda pareja es nada menos que Hashem, por cuyo poder el matrimonio se consuma y fructifica.
Por supuesto, está estrictamente prohibido el matrimonio mixto entre un judío y un no judío (incluso si es un justo gentil, un guer toshav a quien en la era mesiánica se le permitirá vivir en la Tierra de Israel). Sólo está permitido luego de una conversión completa al judaísmo (con excepción de un Cohen, los descendientes de Aharón el Sumo Sacerdote, que no puede desposar a un converso).
La analogía del casamiento entre el pueblo judío y las naciones en la era mesiánica presentada aquí, sólo intenta bosquejar el estado ideal de un trabajo compartido hacia un objetivo en común de hacer de nuestra tierra una morada para el Creador.



Fragmentos tomados de: 



Cabála y Meditación para las Naciones por el Rab. Itzjak Ginsburgh


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