Un sendero espiritual para los hijos de Nóe Parte 3
Al contrario del deseo primario del corazón de expandirse y dar derivado del amor, el temor evoca la fortaleza de carácter necesaria para rechazar y luchar contra las fuerzas destructivas.
Aunque a menudo son saludables, muy a menudo nuestros miedos no tienen una base real y pueden transformarse en fuerzas autodestructivas. Explica el jasidut que nuestros miedos deben ser sublimados. En su sentido más concreto, el miedo se relaciona en general a una hipersensibilidad para con las otras personas. Cuando no se trata de la necesidad de repeler algo o alguien amenazante o peligroso, este sentimiento nos debe impulsar a tener consideración con los sentimientos de los demás, y respetarlos. Cuando el miedo es sublimado, produce una preocupación por no herir los sentimientos del prójimo o causarle algún daño.
Para rectificar nuestros miedos y transformarlos en interés y sensibilidad al prójimo, necesitamos meditar en la experiencia del miedo en su forma rectificada tal como está en la Torá, donde el atributo de temor está asociado con el segundo patriarca de Israel, Itzjak, el alma arquetípica de la sefirá de “poder” o rigor, cuya conciencia y servicio a Hashem es conocido como “el miedo de Itzjak”. (Íbid. 31:42) Al meditar sobre el temor como la cualidad de devoción del patriarca al Todopoderoso, el sentimiento se va sublimando en nosotros.
Una vez más, el miedo no rectificado en su estado tosco inicial, nos desvía a temer al hombre en vez de a Hashem, y eventualmente se vuelve una motivación para actos de violencia, y aún de las distintas formas de asesinato. Esta fue la cualidad peculiar de Esav, el hijo de Itzjak, cuyo padre lo bendijo con las palabras: “Y vivirás por tu espada”. (lbid. 27:40. Esàv personifica el miedo pervertido, así como Ishmael, el hijo de Abraham, el amor pervertido, que además de incitar a las violaciones sexuales, nos desvía a amarnos a nosotros y no a los demás, llevando en definitiva a la extrema vigilancia de nuestro honor imaginario)
El delito de asesinato es la expresión más violenta de insensibilidad y falta de respeto hacia el prójimo. Más aún: indica claramente que el trasgresor no teme a nadie, ni siquiera al Todopoderoso. Por eso la prohibición de asesinar nos resguarda contra la peor violación posible del atributo de poder, y de su experiencia interior: el temor.
De aquí podemos derivar el segundo principio de servicio y meditación Divina para los Bnei Noaj: el temor reverencial a Hashem.
Todo ser humano posee libertad de elección y, por cierto, los no judíos pueden ejercerla tanto para observar como para ignorar las siete leyes de los Bnei Noaj. Pero en un sentido más profundo, tanto si se es judío como si no, sólo hay una decisión que enfrentar: si en este momento de nuestras vidas tenemos que relacionarnos y dirigirnos a Hashem como una acción de sumisión a Su Voluntad. Esto está resumido en el dicho de los sabios “todo está en manos del Cielo, salvo el temor al Cielo” (Berajot 33b, y otros. El valor numérico de la frase “temor al Cielo” (irat shamaim) es 1001, aludiendo al dicho de los sabios que todo -1000- está en las manos del Cielo, salvo 1, el temor del Cielo. Una idea similar es expresada por los sabios (Jaguigá 9b) respecto a la diferencia entre repasar 100 veces lo que uno estudia y repasar 101 veces (ver también Tania, capítulo 15). La vez 101 cuenta más que las 100 anteriores, y así el temor al Cielo cuenta más para el Creador del universo que el universo entero y todo lo que existe y sucede en él. Todo fue creado para que el hombre tenga el libre albedrío de temer a Hashem, y sólo eligiendo correctamente se cumple el máximo propósito de toda la creación, es decir, crear una morada para el Todopoderoso. Existe un dicho adicional de los sabios que comienza con la frase: “Todo está en manos del Cielo salvo las fiebres y los fríos…”, (Ketubot 304). La similitud de estos dos dichos indica que así como está en el libre albedrío del hombre guardar su salud física (por ejemplo no resfriarse), también es así respecto a su salud espiritual, temiendo a Hashem y refrenándose de ir contra Su voluntad. El temor más básico del hombre es a las enfermedades y su consecuencia, la muerte. No hay una mejor manera de proteger nuestra salud -y por consiguiente liberarnos de la esclavitud psicológica de temer a la enfermedad-, que temer al Cielo y nada más. En el Código de Leyes de Maimónides, Mishné Toráh, hay exactamente 1000 capítulos. Uno de ellos (Hiljot Deot 4) está dedicado a preservar la salud, a fin de estar capacitado para servir a Hashem al máximo). Y así podemos concluir que desde la perspectiva de la Toráh, la salud física es 1 en 1000, significando que la persona debe dedicar 1/10 del uno por ciento de su esfuerzo espiritual a su salud física. Pero el temor a Hashem, que es 1001, requiere 1/10 de uno por ciento más que toda nuestra capacidad espiritual natural. Al aplicar y expandir nuestras habilidades espirituales para alcanzar verdaderos temor y respeto a Hashem, merecemos que el esfuerzo por nuestra salud física también sea exitoso, con un mínimo esfuerzo).
En cierto sentido, este precepto concierne especialmente al servicio Divino del no judío. Existen dos versos similares en los Salmos que comienzan con las mismas palabras: “Sirve a Hashem…”. Uno dice: “Sirve a Hashem con alegría”; (Salmos 100:2) y el otro: “Sirve a Hashem con temor”. (lbid. 2:11. En hebreo, las dos palabras “con alegría” y “con temor” tienen las mismas vocales: shvá, jirik, shvá, kamatz. Las palabras finales de la segunda frase “con canto” y con temblor , también tienen la misma vocalización: jirik, shvá, kamatz, kamatz. Ambos versos riman. En Cabalá significa que las dos formas de servicio Divino expresadas en estos dos versos poseen el mismo origen común en el placer supraconciente del alma, el origen de la música y la poesía. Comprender que la experiencia de la alegría conciente deriva del placer supraconciente es más fácil que entender lo mismo para el caso del temor, que paradójicamente tiene el mismo origen (como se enfatiza en la continuación: “Sirve a Hashem con temor y sé feliz con temblor”). La clave para entender esta paradoja se halla en la conocida frase “Servir a Hashem”. Para la esencia del alma, no hay nada más placentero que servir a Hashem, la fuente infinita de toda vida (y placer), cada individuo a su manera. Para el judío esto significa servir a Hashem sobre todo con alegría, mientras que para el gentil con temor. En la terminología cabalística, estas dos maneras de servir a Hashem derivan en definitiva del frente y el dorso (o el lado masculino y el femenino) del principio del placer supraconciente, conocido en la terminología cabalística como Atik Iomin, el “Anciano de los Días”)
Los sabios interpretan que el primer verso está dirigido en particular a los judíos, mientras que el segundo especialmente a los no judíos. (Es importante comprender que la escalera de la fe puede ser escalada por todo ser humano; quien quiera que su alma lo lleve a hacerlo, puede convertirse en judío por medio de una conversión adecuada) Por supuesto que ambos deben servir a Hashem con alegría y temor reverencial: la única diferencia está en el énfasis.
Además, existen muchos niveles de temor reverencial a Hashem. Para los no judíos el nivel más básico, alejarse del pecado, es el miedo al castigo. (El temor al castigo, en su raíz, es el miedo a la muerte o al asesinato.
El miedo y el temor reverencial son experimentados en relación al tremendo poder de Hashem de decretar la vida o la muerte; pero se diferencian en que el primero no se refiere al Rey Todopoderoso en Sí Mismo, sino solamente a la amenaza de recibir Su castigo.
El miedo humano al juicio Divino proviene del miedo animal básico frente a un peligro inminente. Pero el temor reverencial es una emoción más refinada que deriva de una experiencia superior de la Divinidad. Es la sensación de estar frente al Rey Mismo en toda Su majestuosidad; no frente a Su juicio; y es señal de las facultades superiores del hombre.
Al identificarse con el sendero de la Toráh (que fue entregada para toda la humanidad) y observando las siete leyes de los Bnei Noaj, los no judíos también pueden experimentar el temor al Rey Todopoderoso, no sólo a Su sentencia.
Como decíamos, no importa cuál sea la motivación, en definitiva la única disyuntiva verdadera en la vida es si dirigirse a Hashem o no. El judío se dirige a Hashem con amor y Lo sirve con alegría, mientras que el temor está presente dentro de la experiencia placentera de estar frente a Él para servirlo. (Como está expresado en los Salmos 2:11 citado arriba) El no judío, cuando está inspirado por la Toráh, se dirige a Hashem con temor. (En definitiva, un judío se vuelve a Hashem por amor, el amor de un hijo por su padre. Un no judío primero se dirige a Hashem con temor, el del servidor frente a su amo. De todas maneras, es el temor en el alma judía que eleva el temor del gentil también a un estado de respeto y amor)
En el Tanaj (Toráh-Profetas-Escritos) la narración más profunda de una sociedad no judía que se vuelve a Hashem es la del arrepentimiento de la ciudad de Nínive, registrado en el Libro de Ioná (Jonás). Los judíos leen esta historia en el momento más sublime del día más sagrado del año, Iom Kipur, el Día del Perdón.
Hashem le ordena al profeta Ioná anunciar la sentencia Divina a los residentes de Nínive. Tratando de evadirse de esta misión, Ioná se escapa a bordo de un barco, pero al fin de cuentas no puede hacerlo, porque durante la travesía se desata una terrible tormenta enviada por Hashem. Los marineros gentiles echan suertes entonces para descubrir al culpable de la tormenta y la suerte cae sobre el profeta. Este, cuenta a los marineros que está escapando de Hashem y luego de dirigirse al Todopoderoso en plegaria, es arrojado por la borda y en seguida tragado por un enorme pez.
Eventualmente, Ioná se somete y acepta la orden de Hashem, y el pez lo vomita arrojándolo a la playa. Llega a Nínive, donde proclama el decreto de Hashem y temblando de miedo por el inminente castigo, los ciudadanos inician un ayuno de arrepentimiento y se alejan de sus malas sendas. En esta historia vemos que Ioná, un alma judía, se convierte en un instrumento en las manos de Hashem, para inspirar a una multitud de almas no judías a retornar en arrepentimiento sincero.
Inicialmente, parecería que los habitantes de Nínive estuvieran motivados por el miedo al castigo. Sin embargo, una lectura más profunda del texto revela que su repentina transformación fue el resultado de la inspiración que recibieron de Ioná y del milagro que él experimentara en el mar.
Así como el temor de Ioná al Todopoderoso le condujo a aceptar la Voluntad de Hashem, ellos experimentaron también un sentimiento de temor al Elokim de Israel, y se convirtieron en ejemplo de arrepentimiento para los demás.
La emoción del temor es claramente opuesta a la del amor. Del verso final del libro de Ioná aprendemos que la incapacidad de experimentar temor hacia Hashem es un signo de inmadurez psicológica. El verso dice: “¿Acaso Yo [Hashem] no tendré compasión por la gran ciudad de Nínive, con más de 120.000 personas que no disciernen entre su mano derecha y su izquierda, y una miríada de animales?” (Ioná 4:11). De acuerdo con los comentaristas, “personas que no disciernen entre su mano derecha e izquierda…” se refiere a jóvenes inmaduros.
Las enseñanzas jasídicas elaboran este concepto, agregando que la incapacidad de distinguir entre las manos derecha e izquierda describe a individuos (incluso mayores) en quienes el amor (el servicio Divino simbolizado por la mano derecha) y el temor (el servicio Divino simbolizado por la mano izquierda) todavía no están bien definidos.
En otras palabras: son incapaces de distinguir plenamente entre el amor y el temor, porque estos sentimientos aún no están maduros e independientes entre sí. Sólo cuando los opuestos innatos (tal como lo masculino y lo femenino) maduran totalmente, pueden entonces complementarse uno con el otro, funcionando en equipo y unidad.
Servir a Hashem con un amor maduro permite al individuo incluir la experiencia del temor a Hashem (simbolizada por la mano izquierda) en el amor y la alegría de servir a Hashem (la mano derecha).
De todas maneras, aquellos individuos a que nos referimos como incapaces de discernir entre sus manos, sí pueden experimentar un cierto grado de temor al Rey Todopoderoso.
Pero “miríada de animales” (que los comentaristas dicen se refiere a cierta clase de seres humanos) (Ver Rashi ad hoc) alude a aquellos individuos que sólo pueden sentir un miedo básico al castigo.
La distinción recién descripta entre “jóvenes” y “la miríada de animales” nos puede ayudar a entender una regla importante de educación: hasta un niño es capaz de captar el significado de temor frente a Hashem, y por eso debe enseñársele a estar ante Su Presencia con temor y no sólo con miedo al castigo.
A partir del Baal Shem Tov, el fundador del movimiento jasídico, el miedo al castigo ha sido sublimado y en cierto sentido ha quedado “fuera de moda” (De acuerdo con la enseñanza jasídica, el propio infierno, el máximo objeto de temor al castigo, ha sido incinerado por completo. Ha sido reemplazado por lo que previamente fue el paraíso y este por uno totalmente nuevo y más maravilloso); ahora, las enseñanzas del Baal Shem Tov (y la luz que él y sus discípulos hicieron brillar en el mundo, concientemente reconocida y aceptada o no) sirven para elevar incluso a la más simple de las personas, judía o no, a un nivel más elevado de conciencia.
Por cierto, las emociones primarias que la gente experimenta ahora en relación al Todopoderoso son amor y temor respetuoso. Este, a diferencia del miedo, es acompañado por un sentido de admiración que uno experimenta cuando es testigo de la obra de la mano de Hashem en la creación. Maimónides explica que observando la naturaleza, experimentando las maravillas que revelan a su Creador, una persona desarrolla el amor y el temor reverencial al Todopoderoso. (Maimónides, Hiljot lesodei HaToráh 2:2)
Nos referiremos ahora a la misericordia, la dimensión interior y la vivencia de la belleza, el tercero de los atributos emotivos, y síntesis de los dos que le preceden: las emociones opuestas del amor y el temor.
Fragmentos tomados de:
Cabála y Meditación para las Naciones por el Rab. Itzjak Ginsburgh
Estudios Noajidas Venezuela Siete Leyes de los hijos de Noé Benei Noaj Noajismo 7 Leyes Noajidas Monoteísmo Cabalá para los Noajidas Un sendero espiritual para los hijos de Noé
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