Un sendero espiritual para los hijos de Nóe Parte 7
Afirman los sabios que "El sello de Hashem es la verdad" (Iomá 69b y otros). Normalmente concebimos la verdad como lo opuesto a lo falso, en sentido epistemológico. Pero en hebreo existe otro significado de este concepto: confirmación o consumación. (En Cabalá, verdad se relaciona epistemológicamente con el intelecto, las sefirot de sabiduría y entendimiento) El “sello de la verdad” de Hashem se manifiesta en el impulso del alma de llegar a su realización, que es la experiencia interna de la sefirá de Fundamento. Representa la consumación de los poderes emotivos del alma.
En este contexto la verdad es experimentar el impulso fundamental del alma que la lleva a la búsqueda de la creatividad, a concretar el potencial latente y hacer que nuestras promesas más profundas, hacia nosotros y a los demás, se vuelvan realidad. El alma arquetípica de la sefirá de fundamento en la Toráh es Iosef, el hijo de Iaakov. Fundamento es la extensión la sefirá de Iaakov, Belleza, como lo insinúa el verso: “Estas son las generaciones de Iaakov, Iosef…”. (Génesis 37:2. Fundamento se ubica directamente debajo de Belleza en el eje central del Árbol de la Vida (que posee el poder de estabilizar las extremidades -de otra manera inestables- de la derecha y la izquierda; esta es la esencia del tikún, rectificación), haciendo de la relación de Iaakov con Iosef algo único. La belleza (Iaakov) no se ubica por debajo de Rigor (Itzjak), situada en el eje izquierdo, ni de Bondad (Abraham), en el derecho. Abraham e Itzjak vivieron antes de la aparición del centro estabilizador, Iaakov. Por esta razón, ambos dieron origen también a descendencia no sagrada, mientras que la progenie de Iaakov (generada por el alma/raíz de Iosef, la manifestación de la misericordia como verdad, como lo explica el Jasidut) fue completamente sagrada y en la expresión de los sabios: “Su lecho fue completo”, es decir, ninguno de sus descendientes se desvió de su camino (ver arriba nota 38)) Es la sefirá que se identifica con el tzadik, la persona sagrada que se levanta firme como Fundamento de su generación. (“Y el tzadik es el fundamento del mundo” (Proverbios 10:25))
El primer individuo que la Toráh llamó tzadik fue Noaj. El hizo realidad el potencial de la generación que desapareció en el diluvio. Hashem le concedió, por primera vez desde la creación de Adam, el permiso para comer carne de animales, y al mismo tiempo le prohibió (y a sus descendientes tras él) comer miembros de animales vivos. (Como ya se dijo, hay dos opiniones acerca de a quién se le entregó la prohibición de comer carne de un animal vivo, Adam o Noaj) Esta prohibición protege al poder de Fundamento y a su dimensión interior, la Verdad.
Los alimentos prohibidos entumecen la sensibilidad innata del alma para percibir la Providencia Divina en todos los aspectos de la vida. La Toráh prohíbe a los Bnei Israel ingerir muchas clases de alimentos, pero por encima de eso, el acto impulsivo y bestial de desgarrar y comer la carne de un animal viviente (uno de los medios de alimentación prohibidos para los Bnei Noaj), entumece la sensibilidad espiritual del alma.
La impulsividad es la actitud contraria a la del verdadero tzadik, quien por definición es un dador, (Un tzadik es definido como quien da tsedakà. Ambos provenientes de la misma raíz gramatical hebrea [traducido como “caridad”, pero significa más bien hacer justicia, dar al que le falta]) aquel que recibe con el propósito de dar. (La sefirá de Fundamento, la novena de diez, recibe de las que están por encima de ella a fin de canalizar, de manera bien medida y regulada, el influjo de energía Divina hacia la sefirá de Reinado) Para poder dar apropiadamente, debe poseer la sabiduría de discernir a quién y cuándo dar, (En Cabalá, el Fundamento incluido dentro de la sefirá de Sabiduría, se extiende hasta que entra en la de Fundamento propiamente dicha, brindando así al tzadik la sabiduría necesaria para dar adecuadamente) y un completo autocontrol para esperar el momento apropiado para aportar a una causa digna, y refrenarse de colaborar con una inapropiada. (El poder del auto control llega al tzadik (Fundamento) desde la sefirá de Poder. En el idioma de la Cabalá, aunque está ubicado en el eje central, tiende hacia la izquierda, para poder recibir el poder de auto control desde la sefirá de Poder. En la Toráh este poder es atribuido a la figura arquetípica del verdadero tzadik, Iosef, quien fue capaz de dominar su ímpetu sexual (Génesis 43:31))
Cuando un tzadik se alimenta le está dando nutrición a su cuerpo (“El tzadik come para subsistir” (Proverbios 13:25) —ni más ni menos. Como se afirma en el Tania (capítulo 29), el tzadik ve como un deber sagrado cuidar su cuerpo. Cuando Hilel el Anciano iba a comer, solía decir que iba a realizar un acto de caridad con el pobre, es decir, con el cuerpo) sabiendo que sólo un organismo sano puede servir de instrumento para que el alma complete su misión en la tierra. (“Que el cuerpo esté sano y completo es parte del servicio Divino, porque una persona no puede conocer o entender nada de lo que hay que saber acerca de lo Divino si el cuerpo está enfermo…” Maimónides, Hiljot Deot 4:1)) Su sabiduría y poder de autocontrol son producto de su aguda sensibilidad hacia la Providencia Divina. (Se vuelve más agudo a medida que su cuerpo se torna más refinado alimentándose en aras del propósito que tiene en mente)
Como hemos visto antes (respecto a la sefirá de Victoria), la confianza absoluta en Hashem produce un estado rectificado de confianza en sí mismo. De la misma manera, una aguda percepción de la acción de la Providencia Divina sobre cada una de las creaciones de Hashem, genera la habilidad de realizar nuestro potencial interior y cumplir nuestros objetivos en la vida. Cuanto más lo percibimos, más nos da Hashem esa capacidad. Ahora podemos definir el sexto principio de la meditación y el servicio Divino para los Bnei Noaj como: reconocer la Providencia Divina que actúa en el mundo. Como el artista que firma sobre una obra de arte, Hashem firma cada elemento de la realidad con Su atributo de verdad. Esta firma Divina es la impresión eterna de la Presencia de Hashem y Su Divina Providencia en la realidad.
Él es verdaderamente omnipotente y omnipresente. (Enseñan los sabios que “quien da pan a un niño debe informarle a su madre” (Shabat 10b). En Cabalá y Jasidut aprendemos que tanto el niño como la madre son dos caras de una misma psiquis. El niño se refiere a los atributos emotivos del corazón y la madre al entendimiento en el alma, o más generalmente, a la conciencia del alma. Todo lo que Hashem creó para nosotros en el mundo, es decir, pan para el niño (porque nos identificamos con la figura identificada en Cabalá como “el Semblante Pequeño”, Zeir Anpín, construido primariamente a partir de las seis sefirot que corresponden a los seis atributos emotivos del corazón, desde Bondad hasta Fundamento). Como todo artista, Hashem firma con Su Nombre cada una de Sus creaciones, por lo que informa a su madre el origen del obsequio. El Fundamento es el sexto poder emotivo, la conclusión del cuerpo del niño. También representa la etapa final su desarrollo psíquico y físico. La madurez, que es esencialmente un estado mental, se refleja en el funcionamiento del órgano reproductor, que corresponde a la sefirá de Fundamento). Así, al llegar a la etapa final de la entrega del regalo al niño -representando la etapa final culminante en la creación de la realidad- el Dador, Hashem, pone Su firma de la verdad en Su artesanía. Y así aprendemos que el Fundamento realiza su jornada subiendo por todo el árbol hasta el Entendimiento. En Cabalá, ésto explica la enseñanza de los sabios que Iosef (Fundamento) rememora en Iaakov (el Pequeño Semblante) a su madre Rajel (quien luego de morir ascendió desde Reinado hasta Entendimiento)) Engarzando los conceptos de nuestra discusión de las sefirot de Bondad, Belleza y Fundamento, podemos decir que Hashem creó el mundo con amor, produce milagros con misericordia y da a conocer a la creación Su Presencia y Su Providencia con verdad. (La habilidad de reconocer la recreación continua es el principio de la meditación y el servicio Divino que proviene de la sefirá de Bondad. El reconocimiento de que Hashem realiza milagros (que nos impulsa a rezarle) se relaciona con la sefirá de Belleza. El reconocimiento de la Providencia continua de Hashem sobre cada una de Sus creaciones se relaciona con Fundamento. Así como la recreación es continua, también lo es la Providencia de Hashem sobre todas las cosas. Más aun, la Providencia Divina es la fuerza motivadora de la recreación (como está explicado en una carta acerca de este concepto del Rebe de Luvabitch, ver su Igrot Codesh, vol. 1 epístola 94 y también Haiom Iom del 29 de Sivan). Y por eso “el final [de las seis sefirot de Bondad hasta Fundamento, que corresponde a los seis días de la creación] está insertada en el principio [de las seis sefirot]” (Sefer letzirá 1:7). Los milagros, que substituyen las leyes de la naturaleza, aparentan ser pocos y espaciados. Pero, por cierto, aunque son invisibles a nosotros, ocurren constantemente. Cuanto más sensibles nos volvemos a la Providencia Divina como fuerza motivadora de la recreación continua de la naturaleza y sus leyes fijas, somos más capaces de ver realmente los milagros sobrenaturales que ocurren en nuestra vida y en el mundo que nos rodea. El valor numérico promedio de “bondad”, jèsed (72), belleza (1081), y fundamento (80) es 411, igual al valor de la frase “algo de la nada”, o ex-nihilo (iesh meain). El propio hecho de que Hashem crea continuamente algo de la nada se relaciona con el primer principio de Bondad, la recreación continua. La dinámica interior del proceso por el cual Hashem crea algo de la nada se relaciona con el tercer principio de Fundamento, la Providencia Divina. Cuanto más uno es capaz de conectarse con la nada de la cual son creadas las cosas, se vuelve más sensitivo al segundo principio de belleza, los milagros.
Dijimos que la Providencia Divina protege y determina el destino inmediato y a largo plazo de hasta el más diminuto elemento inanimado de la creación y, más aún todavía, de los seres vivientes. (Relata el Talmud (Julín, 631) que al observar hasta las más insignificantes criaturas los sabios recitaban el versículo: “Tu rectitud es como las poderosas montañas, Tus juicios llegan hasta el abismo. Al hombre y al animal salvarás, oh Hashem” (Salmos 36:7), que describe la Providencia de Hashem sobre todas las criaturas) Ella calibra y regula el pulso de vida dentro de cada ser vivo, dotándolo de vida continuamente. Hay dos niveles de percepción con respecto a la Providencia Divina.
Uno es el reconocimiento del interés de Hashem por el destino de cada una de Sus criaturas. El segundo es el reconocimiento infinitamente superior de cómo la suerte individual de cada una de esas criaturas afecta al propósito universal de Hashem. Todo evento en el universo, desde el micro hasta el macrocosmos, está íntimamente entrelazado con todos los demás, como lo vemos en el delicado balance ecológico. Todo lo creado contribuye a la realización del propósito principal de Hashem: “hacerle una morada en los mundos inferiores”. (Haiom Iom para el 28 de Jeshván. El primer nivel es que Hashem supervisa el mundo desde la perspectiva del Mundo de Emanación (Atzilùt, donde todo es la percepción exclusiva de que sólo existe Hashem). El segundo es Hashem supervisando el mundo desde la perspectiva del Hombre Primordial (Adam Kadmón, donde la creación es percibida simultáneamente, antes incluso de que se llegue a generar la conciencia de que sólo existe Hashem). Desde la perspectiva del Mundo de Creación (Briá, donde se hace posible la conciencia independiente, propioceptiva, de seres creados), la Providencia Divina sobre la naturaleza es general y no detallada, es decir, Su Providencia es sobre las especies, las entidades reales del Mundo de Formación (Ietzirá), pero no sobre individuos, que son las entidades reales del mundo de la Acción (Asiá). Esta comprensión de la Providencia Divina fue propuesta por los filósofos judíos, el más notable de los cuales fue Maimónides, cuyas especulaciones y conjeturas filosóficas alcanzaron la percepción de la conciencia del Mundo de la Creación (dos mundos por encima del nuestro), como se explica en otro lugar)
Cuando este mundo físico en el que vivimos, que constituye el nivel inferior de la realidad, reconoce la existencia de la luz trascendente que permea el universo convirtiéndose en parte de esa luz, entonces la Presencia de Hashem puede llegar a morar entre nosotros. (Midrash Tanjumà Nasó 16)
El salmista nos advierte: (Esta toma de conciencia suprema de la Divina Providencia se evidencia en el tzadik, el justo de Israel. En cada generación hay un tzadik que, en virtud de su estado completamente rectificado de conciencia es “el fundamento del mundo”. Cuanto más cerca está uno del tzadik de la generación, tiene un mayor nivel de conciencia de la Divina Providencia, especialmente del modo en que se revela en nuestras vidas. Para el alma de los no judíos sin una conexión conciente con el tzadik (y el pueblo de Israel, en este contexto, puede ser visto como el tzadik del mundo en general), es difícil ver la Providencia Divina que obra sobre ellos. Este estado que experimentan como Providencia, sólo los alcanza luego de atravesar por muchos niveles espirituales intermedios) “Tus juicios llegan hasta el abismo, al hombre y al animal salvarás, Oh Hashem”. (37:7)
Fragmentos tomados de:
Cabála y Meditación para las Naciones por el Rab. Itzjak Ginsburgh
Estudios Noajidas Venezuela Siete Leyes de los hijos de Noé Benei Noaj Noajismo 7 Leyes Noajidas Monoteísmo Cabalá para los Noajidas Un sendero espiritual para los hijos de Noé
No hay comentarios.