Un sendero espiritual para los hijos de Nóe Parte 5





VICTORIA COMPROMISO A LA AUTO TRANSFORMACION
La confianza es la dimensión y la experiencia interior de la sefirá de victoria, que se origina a partir de la seguridad de que todo lo que la Providencia Divina ocasiona en este mundo es para bien. En verdad todo es bueno, pero no todo el bien de Hashem es visible a nuestros ojos, a veces está escondido tras un disfraz de aparente maldad.
Pero este atuendo es temporal, cuando tarde o temprano es removido se revela el núcleo de bondad y se vuelve claro, incluso la apariencia provisoria de mal era en aras de un bien eterno. Por eso podemos decir que en esencia todo es bueno, porque todo viene de Hashem, que es la esencia de la bondad; mas baste que a nuestros ojos todo sea, al menos, para bien.
La confianza se hace evidente también en la seguridad de que Hashem está siempre a mi lado para ayudarme a sobreponerme a los obstáculos, y darme el poder y los recursos necesarios para lograr los objetivos de la vida. Entonces, confiando y teniendo seguridad sólo en Hashem, uno adquiere un estado rectificado de seguridad en sí mismo.
La adoración de ídolos, que se traduce en una dependencia de todo lo que no sea el Creador Único, socava nuestra confianza en Hashem, en que todo proviene de Hashem y que todo es bueno.
Confiar en que todo es bueno, incluso frente a la maldad manifiesta, representa la victoria total sobre la maldad misma y un portal hacia la eternidad. Por eso, la prohibición contra la idolatría es una salvaguarda contra la perversión de la sefirá de Victoria y su dimensión interior, la confianza. La confianza en el bien esencial del Todopoderoso nos lleva a creer en el poder de la auto transformación.
Por este motivo, el compromiso con la lucha constante contra nuestra mala inclinación, para experimentar un proceso de transformación, constituye el cuarto principio del servicio y la meditación Divina para los Bnei Noaj.
Al servir a Hashem, la victoria suprema en el alma humana es el triunfo de nuestra buena inclinación sobre la mala. En la medida en que uno sale victorioso de esta batalla espiritual, amerita una metamorfosis del ser, cosa que no permite la idolatría, que es determinista en esencia. (En la terminología de los sabios, todas las formas de idolatría se conocen como “servir a las estrellas y las constelaciones (es decir, los signos del zodíaco)”. De acuerdo con este sistema de creencia, el destino de cada alma sobre la tierra es vaticinado por las estrellas al momento del nacimiento. Esto no da lugar a un cambio real o a una metamorfosis espiritual)
A pesar de que la Toráh no pregona la conversión de los no judíos, sí requiere que lleven a cabo un tipo de “semi-conversión” (Ver Maimónides, Hiljot Isurei Biá 14:7-8 y Hiljot Melajim 8:10) para poder ser justos gentiles. Durante este proceso, el no judío acepta sobre sí las Siete Leyes de los Bnei Noaj, tal como fueron entregadas a toda la humanidad en la Toráh, reconociendo entonces la autoridad en sus vidas. De esta manera, atendiendo en lo sucesivo al único Poder verdadero (y quitando de sobre sí todos los “poderes” intermedios), adquieren una libertad de albedrío muy superior a aquella con que contaban antes.
Una vez cumplida esta etapa que aproxima radicalmente al hombre a la Toráh, el Bnei Noaj ya recibe una atención mucho más cercana en la ley judía. Por cierto, la Toráh atribuye suma importancia a los justos gentiles, ordenándole al pueblo judío no sólo aceptarlos como residentes extranjeros legales (guerim toshav) en la Tierra de Israel, sino también ocuparse de su bienestar. (Levítico 19:34 y Deuteronomio 10:19)
Como dijimos, la dimensión interior de Victoria -la confianza en Hashem- produce un sentido de seguridad en sí mismo que surge de comprender que Hashem provee a cada individuo continuamente de los recursos espirituales necesarios para rectificar su conducta y rasgos de carácter, y así transformarse en un ser verdaderamente nuevo.
Victoria es la extensión de la Bondad sobre el eje derecho del Árbol de la Vida. En el Servicio Divino, la Bondad corresponde a la conciencia de la recreación continua, como ya se dijo. La Victoria y la auto transformación se hacen posibles al sentir que, así como Hashem recrea al mundo a cada momento, también cada ser humano puede rectificarse y transformarse constantemente; nunca es tarde y todo es posible. Hashem da a cada persona el poder de recrearse a sí mismo.
La creación es un acto ex nihilo del Creador. En hebreo “algo de la nada” es llamado iesh meain. Para poder ser recreado primero se debe regresar a un estado de nulidad, ain, del cual pueda emerger un nuevo estado de “algo”, iesh.

Utilizando la imaginería del Jasidismo: sólo cuando la semilla, que desciende de su forma previa de vida, se pudre en la tierra, entonces puede germinar una nueva forma de vida de la tierra. El potencial para una nueva vida estaba presente desde antes, pero el ser debe retornar a la nada para que surja lo nuevo.
Las grandes almas -como Moshé y el Baal Shem Tov (Las palabras finales de la Toráh “que Moshé realizó a los ojos de todo Israel”, que de acuerdo con la tradición jasídica aluden al nexo esencial de dos almas, Moshé e Israel Baal Shem Tov)- son aquellos tzadikím que experimentaron una recreación o metamorfosis en cada momento de sus vidas. (Del Rey David, el alma arquetípica de la sefirá de reinado y más aun de su descendiente, el Mashíaj hijo de David (a quien los sabios apodan “el abortado”, Ialkut Shimoní Bereshit 41), de quién está dicho que experimenta una muerte continua (como un feto malogrado) y requiere de la misericordia de Hashem que mantenga su vida a cada momento. Esta experiencia es sutilmente diferente de la que se describe aquí (Victoria). Aquí uno siente ser creado completamente de nuevo, mientras que la experiencia de David es morir y volver a la vida continuamente) Así se transformaron en conductos para traer el poder creador Divino al mundo y crear cosas nuevas, incluso en la dimensión exterior de la realidad (Victoria es la última sefirá del eje derecho del Árbol de la Vida. La primera en este eje es Sabiduría, de la que está dicho “y la sabiduría se encontrará de la nada” (Iov —Job- 28:12), de lo cual aprendemos que el poder de la creación ex nihilo está asociado en particular con esta sefirá). Moshé, el alma arquetípica de la sefirá de Victoria, creó (Moshé decretó que Hashem crease una boca de la tierra. El poder del tzadik (la persona justa consumada) de decretar cosas que el Todopoderoso realiza posteriormente es uno de los Nueve Principios de Fe de las enseñanzas internas de la Toráh, que complementan los Trece Principios de Fe compilados por Maimónides. Este principio en particular corresponde a la sefirá de Victoria, como está explicado en nuestro libro en hebreo Emuná Vemudaut,”Fe y Conciencia”) una “boca” para que la tierra se trague a Koraj y a su congregación. (Números 16:30) El Baal Shem Tov solía encender una estalactita de hielo, como una lámpara, (Ver en Taanit 25a una historia similar respecto a Rabí Janina ben Dosa) cuando necesitaba sumergirse por la noche en un río helado; (La inmersión en aguas purificadoras es un proceso de metamorfosis espiritual. Al ser cubierto por las aguas uno retorna a un estado de nulidad, para renacer como algo nuevo al emerger) y aunque no podemos compararnos con esas dos luminarias de Israel, podemos y debemos recibir inspiración de ellos y saber que nosotros también podemos transformarnos (a partir de los aspectos de la vida necesarios para nuestro servicio a Hashem) en seres nuevos.
Victoria viene a continuación de los tres atributos emotivos que le preceden: amor, temor/miedo y misericordia. Al vivir el amor de Hashem uno se dirige hacia Él con temor reverencial (la señal del libre albedrío manifiesto) y comienza a reconocer Su misericordia. El milagro más grande que Hashem concedió a la humanidad es el potencial de transformarse realmente en un nuevo ser: el atributo de Victoria. (La proeza más grande (milagro) que un maestro jasídico puede realizar es transformar un “leño” en un ser humano, es decir, transformar el carácter de una persona que no tiene las características iniciales de un individuo derecho, en uno que si lo tiene)
Como dijimos, aquí también los no judíos adquieren su iniciativa a partir de los judíos, la nación de sacerdotes (y especialmente de los grandes líderes de Israel, como Moshé y el Baal Shem Tov). Victoria implica para los judíos la elevación de los niveles inherentes al “aspecto físico” de sus almas y la fusión de esos niveles con la fuente de energía del “aspecto Divino” de sus almas (como se describió en extenso en el capítulo anterior).
En principio, el aspecto físico del alma del judío proviene de lo que es llamado en Cabalá la cáscara intermedia, (Tania capítulo 1) ese estado del ser que posee una mezcla de bien y de mal. En hebreo el nombre de esta cáscara es noga, que literalmente significa un “resplandor”; y por cierto posee un elemento de fulgor Divino que refleja su bondad inherente, pero no es un resplandor claro y brillante.
Cuando los no judíos experimentan el proceso de semi-conversión necesario para transformarse en justos gentiles, ascienden desde su enclaustramiento espiritual para identificarse con la cáscara de fulgor intermedia, noga. De esta manera, son similares a los judíos que aún no han pasado por el proceso de rectificación ya descrito.
Es por esta razón que se le ordenó a la nación judía ayudar a los justos de las naciones, tanto física como espiritualmente, para dotarlos así de la fuerza necesaria para sobreponerse a la negatividad de la cáscara intermedia, de manera que puedan superar su lado de mal. Si se convierten completamente al judaísmo pueden continuar su ascenso hacia la fuente de energía Divina junto con la nación de Israel, adquiriendo el alma Divina de Israel.

 Fragmentos tomados de: 

Cabála y Meditación para las Naciones por el Rab. Itzjak Ginsburgh


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