Un sendero espiritual para los hijos de Nóe Parte 2






BONDAD: EXPERIMENTAR LA 
RE-CREACIÒN CONTINUA
El amor es el poder esencial de crecimiento espiritual inherente a todos los ámbitos de la realidad. Hashem creó y sustenta el mundo con amor. La experiencia del amor entre dos personas, por ejemplo, un hombre y una mujer, (En el judaísmo, el amor entre el hombre y la mujer refleja el de Hashem e Israel, como se describe muy elocuentemente en “El Cantar de los Cantares”) comienza con una sensación de atracción, un sentimiento que va creciendo y expandiéndose hasta abarcar a la persona y su a amado en la unión marital.
Es fácil entender entonces que el adulterio, que viola esta unión, es una terrible trasgresión contra el amor. Por eso la prohibición contra el adulterio es un antídoto para la perversión del poder de bondad y de su dimensión interior: el amor.
De esta observación derivamos el primer principio de meditación Divina y el inicio del proceso de rectificación de los bnei Noaj y su servicio al Todopoderoso: el reconocimiento de que Hashem recrea continuamente el universo con amor.
No requiere una inteligencia sobrehumana darse cuenta que Hashem creó el universo. Ninguna entidad se crea a sí misma. Sin embargo, la mente humana está ligada al tiempo, e incluso si está convencida de que el mundo fue creado ex-nihilo (de la nada, acaso por medio de un Big Bang o un proceso similar), el acto de creación se dibuja ante la conciencia como algo que puede haber tenido lugar en un pasado muy remoto. Parecería como que a partir de ese momento el universo hubiera evolucionado naturalmente, que su cantidad total de energía y materia ha permanecido fija y sólo sus formas habrían sufrido cambios. Según la percepción humana, parecería como que ahora no existiera un incremento de nueva energía en el universo.
Pero la Toráh nos enseña, por cierto, que éste no es el caso.
La toma de conciencia de que existe Hashem el Creador, comienza con el reconocimiento de que  Hashem no está limitado por el tiempo y recrea el mundo nuevamente a cada instante. Si Hashem no se involucrara activamente, como si fuera, en la recreación continua (o si suspendiera por un instante siquiera Su acción creadora), el universo regresaría a la nada primordial. (Tania, Shaar Haijud Vehaemuná, capítulo 2)

Para poder entender y captar la noción de la recreación continua, debemos comenzar experimentando el amor infinito que siente Hashem por cada uno de los seres creados. Y así lo enseñan los Salmos: “El mundo es creado con bondad”. (Salmos 89:3) Desde su origen y en cada uno de los momentos subsecuentes, el mundo depende de un constante influjo del amor de Hashem por la creación.
Podemos preguntarnos ¿por qué la recreación continua no es observable abiertamente? ¿por qué sólo puede ser experimentada a través de la meditación? Las enseñanzas jasídicas explican que hay una cierta medida de recato o intimidad inherente al acto creativo, que puede ser advertida por medio de su comparación con el acto de procreación en los seres humanos. Así como en la sagrada unión matrimonial la ofrenda de la semilla vital es realizada con recato absoluto, también es así cuando Hashem recrea el universo en cada momento.
En nuestro ejemplo, el marido simboliza a Hashem el Creador y la mujer a la creación. La semilla vital es el poder Divino de recreación; el pudor presente en la sagrada unión de marido y mujer simboliza la voluntad (conciencia) del Creador de crear el mundo (junto con la voluntad inconciente del mundo de ser creado por Él), de tal manera que la conciencia normal de la creación permanece ignorante del acto Divino de la continua recreación. Hashem desea que esta maravilla sea conocida sólo por el ojo amoroso, solícito y meditativo de aquellas almas que Lo buscan sinceramente.
Demos una mirada más profunda a la relación entre la recreación continua de la realidad y el amor.
El alma arquetípica que personifica el atributo del amor en la Toráh es Abraham. Las letras de su nombre en hebreo se permutan para formar la palabra hebrea hibaram, “al ser creados”  como aparece en el primer verso del segundo relato de la creación en la Toráh. (Génesis 2:4) Los sabios interpretan que este fenómeno significa que Hashem creó (y recrea continuamente) (El mismo hecho de que esta es la forma gramatical de la expresión “creación” (en referencia a los cielos y la tierra y cuanto hay en ellos) en el primer verso del segundo relato de la creación en la Toráh, alude a que el mundo no fue creado sólo una vez en el pasado remoto sino que es recreado continuamente a través del canal del alma-raíz de Abraham, el atributo Divino de amor. Esto es similar al comienzo del Tania, el texto clásico del jasidismo, donde el alma natural/animal es descripta en el primer capítulo, en tanto que el alma Divina de Israel, definida como la segunda alma, es discutida en el segundo) el mundo con el poder del alma-raíz Divina de Abraham: el poder del amor. (Zohar I, 230b, y otros)
Los no judíos que reconocen que su propia existencia y la de todo lo creado en la realidad dependen en todo instante del infinito amor de Hashem —que en esencia es idéntica al alma-raíz de Abraham, el primer judío- se sienten atraídos por amor al pueblo judío. Algunos permanecerán siendo justos gentiles observando las siete leyes de los Bnei Noaj y otros atravesarán el proceso de la conversión completa al judaísmo.
Se dice de Abraham y su esposa Saráh que hicieron -es decir: crearon- las almas de los justos conversos durante la época en que, aun manteniendo relaciones matrimoniales, estaban impedidos de concebir hijos físicos. (Génesis 12:5) En su gran amor mutuo, experimentando en el otro un reflejo de Hashem y con el recato absoluto en su unión matrimonial sagrada (Ver Rashi en Génesis 12:11), se convirtieron en socios de Hashem en el acto de la recreación continua.
La palabra “creó” en hebreo (bara) está estrechamente relacionada con la palabra “saludable” (barí), arrojando luz sobre la idea de que, al crear continuamente el universo, Hashem cura sus heridas. (Estas heridas son el resultado de la ruptura de los recipientes en el mundo primordial del Caos, descripto en extenso en los escritos del Arizal) Percibir la recreación continua es traer el poder Divino de curación a nuestro ser, que nos cura y nos da el poder -tanto a judíos como gentiles- de curar a los demás. Por cierto, fue Abraham, (El valor numérico de Abraham, 248, equivale a la cantidad de órganos del cuerpo humano (Mishná Ohalot 1:8), y corresponde al número de preceptos positivos en la Toráh (Makot 23b). Cuando todos los miembros están completos, se es sano) la encarnación misma del poder del amor, el primero que curó a otros a través de elevar su plegaria a Hashem. (Génesis 20:17)


 Fragmentos tomados de: 

Cabála y Meditación para las Naciones por el Rab. Itzjak Ginsburgh


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