Las pruebas de la vida



Entre más fuerte es la prueba que tiene una persona, más indica que la persona es especial, ya que Di-s no manda una prueba a alguien que no la puede pasar.
Si sientes que tus pruebas son imposibles, en realidad quiere decir que son posibles y que tienes el potencial para vencerlas. ¿Es agobiante? Sí. Pero el crecimiento después de el esfuerzo es muy grande también.
Un niño tiene que caer miles de veces antes de aprender a caminar; no importa cuántas veces caigas… Lo importante es levantarse.
Muchas veces la prueba no es sólo pasar una tentación en sí, sino al no pasarla, ¿cuál es tu reacción? ¿qué haces después? ¿Te desanimas tanto que sientes que da igual si vuelves a caer? ¿O tratas de hacer un esfuerzo para levantarte y crecer?
Una de las tácticas del Yetzer Hará es, justamente, hacerte sentir que no vales nada. El Yetzer Hará sabe que la depresión no lleva a nada positivo, y que eso mismo te puede hacer caer de nuevo.

Recuerda, si tus pruebas son fuertes, ¡Sólo es porque eres especial y puedes!

En el ámbito espiritual- como en el físico- hay altibajos, un día el individuo siente mucha cercanía a D-s y tiene ganas de elevarse espiritualmente. Otro día siente cierta lejanía, cierta distancia. No hay que dejar de hablar con Él ni siquiera en esos días.
Es como si la mujer no le cocinase a su marido un día que no sienta las ganas de hacerlo. O como el hombre que no provee los gastos domésticos por estar malhumorado.
Los jajamim nos enseñan que “la persona debe seguir rezando aun si tiene una víbora (no venenosa) enroscada en su tobillo” y “debe seguir rezando aun si un rey yehudí lo saluda” (Talmud, Berajot).
Aparte de su entendimiento sencillo sobre las leyes del rezo, se puede interpretar así: Aun si la persona se siente atacada por una serpiente y siente que debe obligarse a actuar y lo hace desganadamente, no debe dejar de rezar.

Es importante entender la diferencia entre jaratá (culpa sana y arrepentimiento) en oposición ayeush (vergüenza y desesperanza).
Rabí Abraham J. Twersky escribe:
Generalmente utilizamos las palabras “vergüenza” y “culpa” indistintamente. Uno puede decir: “Estoy avergonzado de lo que hice”, queriendo decir “Me siento culpable de lo que hice”. Sin embargo, técnicamente hablando, estos términos son diferentes. La culpa es respecto a algo que la persona hizo, y puede llegar a ser un sentimiento constructivo en cuanto a que puede llevar a la persona a hacer teshuvá, a tomar medidas correctivas. Sin embargo, la vergüenza es lo que uno siente que es. En otras palabras, la culpa es “Cometí un error”, mientras que la vergüenza es “Yo soy un error”. Si una persona siente que tiene un defecto propio, que su esencia no es buena, no hay nada que pueda hacer para cambiarlo. Con la culpa, hay esperanza de mejora, pero no ocurre lo mismo con la vergüenza.
Todos debemos sentir que somos hijos de Hashem con un alma sagrada. Las creaciones de Hashem no son defectuosas. Nunca hay lugar para la desesperanza o la vergüenza. Sin embargo, una culpa “saludable” es importante. Como escribe Netivot Shalom en parashatNóaj: los sentimientos de culpa que tenemos son un regalo de Hashem que provienen del bien innato que se encuentra dentro de cada judío. De hecho, escribe, el judío que ya no tiene estos sentimientos, ya no tiene más esperanza.
La persona que se rinde al Yetzer Hará sólo porque el Yetzer Hará lo enfrentó a una tentación muy fuerte y la persona no tiene fuerzas para refrenarse, esta persona no es “mala” en su esencia. Con un proceso de teshuvá(arrepentimiento) sincero, Hashem lo perdonará. Pero si la persona ya no se siente culpable, eso quiere decir que el mal ya se apoderó de ella, y entonces hay muy poca esperanza de cambio.

Todo individuo fue creado con el fin de que cumpla una función especifica y determinada.
Para que rectifique aquello que sólo él puede rectificar y ninguna otra persona puede hacerlo en su lugar.
Sin embargo, todo individuo debe anular su accionar integrándose junto con las demás personas que conforman la comunidad.
Pues si no hace esto, anulándose frente a las demás personas que forman la comunidad, jamás podrá cumplir la función especifica y determinada que sólo él puede hacer y rectificar sin que ninguna otra persona puede hacerlo en su lugar. Como fue enseñado en la Mishná: “Si yo no me preocupo por mí, ¿quién soy?. Y cuando yo me preocupo -sólo- por mi ¿qué soy?” (Avot 1:14)
Es decir, lo que a mi me fue asignado hacer, ningún otro lo podrá hacer, pero sin las demás personas de la comunidad, tampoco lo podré hacer.
(Jidushei HaRim – Mayianá shel Torá, Parasha Bejukotai)

No se sienta mal porque su Yirat Shamaim (Temor a Fallarle a Hashem) no es lo suficientemente fuerte como para detenerlo en el momento de pecar.
Esto no quiere decir que no lo tenga en absoluto.
Cuando Rabi Yojanán Ben Zacai bendijo a sus alumnos antes de morir, les dijo: “Sea la Voluntad Divina, que le teman a Cielo en la misma medida que le temen a las personas”. A lo que ellos dijeron: “Rabi, ¿eso es todo?”. A lo que respondió: “Alevai” -OJALA-.
Incluso Rabí Akiva fue víctima de un ataque irresistible por parte del Yetzer Hará que usó este deseo para ir contra él. ¡Reflexione! ¡El mismo Rabí Akiva que dijo “Shemá Israel…”con alegría antes de morir mientras desgarraban su carne con peines de acero!.
LO PRICIPAL ES RECTIFICAR, CORREGIR Y ENMENDAR.

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