En busca de la felicidad
Es de asumirse pues que tenemos una idea clara de lo que es la felicidad. Ciertamente que es obvio, puedes decir: felicidad es tener todo lo que quieres, y como lo que quieres cuesta dinero, es razonable concluir que el dinero es la clave de la felicidad. De modo que el hombre feliz debe de ser uno que gana mucho dinero: el hombre ejecutivo, el hombre de negocios brillantes. Desde luego que él tiene todo lo que se necesita para una vida feliz. ¿Qué otra cosa existe? Por lo menos es lo que la gente exitosa de este mundo nos dice. Alaban la ambición y miran de arriba a abajo al “batlan” (bueno para nada) que parece carecer de esta cualidad.
Sin embargo, si hemos de abordar este tema en forma adecuada, es preferible que nos preguntemos si alguna ves hemos visto un hombre feliz. Si preguntamos a otras personas si alguna se ha encontrado o ha visto a personas felices es seguro que responderán “desde luego que sí”, y podemos sentirnos inclinados a pensar en la misma forma. Desde luego, nos decimos, puede haber gente rica que es infeliz pero, como regla general, la riqueza y la felicidad son idénticas. En cualquier forma esta gente “se ve” bastante feliz. Cuando vemos sus residencias, sus grandes fiestas, etc, nos vemos obligados a concluir que -a menos que ocurra un desastre- ella son la gente feliz.
Pero esta respuesta sería muy superficial. Si queremos proceder sistemáticamente sólo hay una forma de hacerlo: debemos ir entre la gente y preguntarles a ellos mismos. No tiene objeto preguntar a una persona acerca de la otra; debemos preguntar a cada quién como es que se siente en realidad y entonces tal vez nos acerquemos a la verdad.
Preguntando a la gente
Empecemos por preguntar a los ricos, a aquéllos que tienen tanto dinero que no saben que hacer con el. ¿Qué es los que nos dicen si logramos que nos hablen con sinceridad y franqueza? Todos revelaran el secreto : “No son felices”. Puede ser que lograron la riqueza, pero en lo referente a la felicidad están aún muy lejos. Sufren de dificultades que son numerosas, envidia, dificultades domésticas, problemas con los hijos y muchos mas. “Nadie muere con la mitad de sus deseos cumplidos”; de modo que la falta de satisfacción y la frustración son el destino aún de la persona mas rica. No hallaremos felicidad aquí.
Tratemos de preguntar a otros. ¿A las personas de recursos mediano? Esta gente por lo general trabaja largas horas por su dinero. Averiguemos si han encontrado el secreto de la felicidad; pero hallaremos algo sorprendente: trabajó duro toda su vida, enfermándose pero no parecen encontrar el tiempo para gozar de su dinero. Durante sus años de trabajo están siempre ocupados preparándose para la felicidad; sin embargo, cuando ha terminado su vida de trabajo se dan cuenta de que están muy viejos, de que el sabor ha desaparecido de su vida y no pueden gozar de su ocio. No hicieron otra cosa durante su vida más que trabajar y, sin trabajar, no encuentran razón alguna para vivir. De modo que ¿Cuando están felices? Nunca!.
Tal vez encontraremos la felicidad si descendemos en la escala social. Preguntemos a los obreros. Ellos laboran con intensidad día tras día y a veces de noche para ganar su salario; pero nunca se sienten satisfechos porque creen que están recibiendo menos de lo que merecen. Siempre están siendo explotados por los ricos, que ellos -los obreros- producen la riqueza, pero no se les permite gozarla. ¿Es esto felicidad? Desde luego que no.
¿En donde entonces hallamos felicidad en este nuestro mundo? Parece que sólo podemos oír un eco que resuena en todo el mundo: ¡Una vida feliz! ¡No existe tal cosa!.
Buscando el remedio
Entonces tenemos que preguntar: ¿Por qué habría creado Dios un mundo tan grande y maravilloso para que todas las personas que viven en él, vivan de forma atormentada y miserable?
Podemos estar seguros de que Hashem, la fuente de toda bondad, debe haber proporcionado al mundo un camino hacia la felicidad; nos toca a nosotros encontrarlo.
Nuestros Sabios de la Tora nos dicen según la Mishna, Avot 4:29: “Las envidias, la lujuria y la búsqueda de posición social, alejan al hombre de este mundo”. El mundo, tal como lo hizo Dios, es un mundo feliz; somos nosotros los que nos hemos alejado del mundo de la felicidad a un mundo de sufrimientos a través de estos tres deseos maléficos. De modo que tan sólo tenemos que alejarnos de la envidia, la lujuria y el prestigio -es decir, expulsarlos de nuestro corazón- para transformar a este mundo en uno rebosante de felicidad de un extremo al otro. Nos encontramos entonces no sólo con que tenemos “ósher” con una Alef (felicidad) sino que también tendremos “ósher” con una Ain (riqueza). Los Sabios dicen (Avot 3:1): ¿Quién es rico? Aquél que goza de su porción. No dicen que él también es rico; simplemente dicen que “El es rico” ¡punto! El hecho es que quien no está satisfecho con su porción en la vida -cualquiera que sea- no solamente no es feliz, sino que no es rico. Desde el punto de vista material puede tener millones, pero no es rico, es pobre.
¿Qué significa el ser pobres? Significa no tener lo que se necesita. Si una persona quiere y desea algo que no tiene, es pobre, no importa cuánto tenga en el banco. Nos hallamos frente al hecho de que el llamado hombre “rico” está en peor situación que el “pobre” porque las ambiciones y necesidades del primero son tanto más grandes. Las necesidades del hombre pobre se satisfacen con facilidad, pero nunca hay forma de complacer a un hombre rico. Si vemos a cada uno de ellos como ellos se ven a sí mismos -no como el pobre ve al rico- notaremos que ambos están en mala situación, que ambos viven vidas miserables y frustradas, pero en todo caso es el “rico” el que está peor que el “pobre”.
El que ha conquistado sus ambiciones, que se satisface con un mínimo y está feliz con su parte -el que no necesita nada que no tiene- él es el hombre rico. Nadie en el mundo es rico sino él.
¿Quién es este hombre?
Dijimos que había alejado los deseos y las ambiciones de su corazón. ¿Significa esto que es una persona débil, sin energía, sin nada que lo motive?.
¡No! Seguro que no! Nada podría estar más alejado de la verdad. Lo que queremos dar a entender es esto:
“No existe la felicidad en el mundo en las cosas materiales; sólo hay felicidad en los intereses espirituales. Aquel que goza de una rica vida espiritual es feliz. No existe otra clase de felicidad”.
Existe felicidad cuando podemos alcanzar metas, que no dependen de nadie más para alcanzarlas, cuando son independientes de esos frustrantes impulsos que son la envidia y la búsqueda de prestigio. ¿Cuándo sucede tal cosa? Sólo cuando la ambición proviene del amor a la sabiduría, del mussar, del deseo por una vida verdaderamente ética.
Este tipo de ambición puede ser satisfecha por nosotros mismos. Mientras más energía y más impulso dediquemos al logro de estas metas, más felices seremos.
“Seremos la gente feliz de este mundo”
Este es el significado de la Mishna Avot 6:4: “Este es el camino de la Tora: comerás pan y sal y beberás agua con mesura y harás del piso tu lecho y laborarás en la Tora” -o sea, que- si estás dispuesto a hacer esto a causa de tu amor por la Tora; si todo lo que el mundo ofrece es nada para ti comparado a la Tora, entonces eres felíz en este mundo.
Esta es la verdad de la Tora acerca de la felicidad.
Rabí Eliahu Desler
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